Comienza el curso literario con las novedades de
septiembre. No se si es el momento más feliz del año para un apasionado de los
libros como yo, pero está cerca. Septiembre es una fiesta, y no hay otro momento
comparable para el sector editorial mundial: las cosas importantes se estrenan
en septiembre, y adelantarte o retrasarte te deja en cierto modo fuera. Es como
ir a la Semana Santa de Sevilla en Noviembre (con permiso de Zamora) o a las
Fallas de Valencia en Enero, que vas y no hay ni Semana Santa ni Fallas. Que Sevilla
y Valencia son muy bonitas pero tú querías Semana Santa y Fallas y te has
quedado con las ganas.
Y a la fiesta de los libros ha vuelto La Feria del Libro de
Madrid, que aunque solo sea simbólico para mi es la materialización de la
felicidad, pasar una mañana entera visitando casetas y tocando libros, con permiso
del Covid.
Como una vulgar vieja del visillo, voy a hacer un breve
repaso de los invitados a la fiesta de este año. Pido disculpas anticipadas y
me ahorro explicaciones sobre los personajes inventados, que aquí no hemos
venido para justificarnos: El sobón, que se te acopla y no te puedes quitar de
encima (Manuel Vilas, Los besos), el
maduro interesante, que mejora con los años (Don de Lillo, En las ruinas
del futuro), el que vive del prestigio pasado y puede permitirse darte la
paliza porque sabe que le vas a escuchar (Paul
Auster y sus más de 1.000 páginas de La
llama inmortal de Stephe Crane), al que besarías después de la primera copa
pero le quieres como amigo (Antonio
Muñoz Molina, Volver a dónde), el
padre que se ha colado en la fiesta y nos corta el rollo a todos (Fernando Aramburu, Los vencejos), el matón que ha venido en moto y que evitas mirar
porque sabes que te la puede liar (Arturo
Pérez-Reverte, El italiano), con
la que te quieres casar, y se lo vas a decir esa noche (Sally Rooney, Dónde estás,
mundo bello), la que no ha venido a la fiesta, y con la que te gustaría
acabar viendo amanecer (Belén Gopegui,
Existiríamos el mar), el de la chupa
de cuero atemporal (Don Winslow, Ciudad en llamas), tu colega, el que nunca
te falla (David Trueba, Queridos niños) y tu otro colega, al que
no entiendes cuando se emborracha (Haruki
Murakami, Primera persona del
singular).
Disfrutad de la fiesta con quien elijáis. Yo de momento os
presento a dos excelentes compañías que no os van a defraudar:
Temporada de huracanes, Fernanda Melchor
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Fernanda Melchor era una parada lectora obligatoria con la que tenía una deuda pendiente. Una de las voces clave de la literatura latinoamericana de los últimos años a la que por fin le he encontrado un hueco y que de haberlo sabido, lo habría encontrado mucho antes.
Para ello he elegido Temporada
de Huracanes, que no es su última novela pero sí su libro más relevante
hasta la fecha, con permiso de Paradáis, su más reciente publicación. De Temporada de Huracanes solo puedo decir
que es impactante, deslumbrante, sobrecogedora y única. A través de un
personaje – la bruja – y de un pueblo del Méjico profundo – La Matosa – transitamos
por la génesis de un crimen (el de ella) que se nos anuncia al principio, pero
cuya profundidad solo entendemos con el avance del libro, donde caminamos entre
las miserias y las realidades que, de uno u otro modo, están relacionadas con
el crimen.
Me sobrecoge esta forma de mostrarnos al escalón más bajo de
Méjico, el de los que no tienen voz en el discurso oficial de un país ni tienen
quién les ampare, ni ley ni garantía de supervivencia. Que el destino esté ya
escrito para ellos es algo que les resigna y que les condena, y Fernanda
Melchor es capaz de situarles en el mapa, de darles voz. Y no solo les da voz a
través de la historia, de la exposición de hechos, de los diferentes personajes
(¡qué personajes!) sino también de la forma de narrar, atropellada, imperfecta,
repetitiva, como si el narrador se acercara tanto a la historia y a los protagonistas
que lo cuenta tal y como lo escucharíamos de ellos mismos si fueran ellos los
narradores.
Librazo que nos da una idea de lo que se cuece en la literatura actual, que ha venido para hacer historia y que nos confirma que esta historia, la del futuro de la literatura, va a ser contada predominantemente por mujeres.
Miscelánea de
ausencias, Román Serrano
Leemos este poemario gratamente sorprendidos por su limpieza estilística, por su propuesta honrada, por los homenajes explícitos e implícitos. No hay nada como marcar la senda emocional y creativa a través de los referentes que uno tiene y ha tenido. Y aquí, mi paisano Román Serrano López traza un itinerario personal a través de sus poemas, que no parecen sino interpretaciones libres de sus poetas queridos y admirados, y donde no es difícil reconocer a Juan Ramón Jiménez (el origen de su amor por la poesía, según reconoce el autor) o a Ángel González, tan cercano a los temas por los que transitan buena parte de las piezas (la ausencia, la memoria, el paso del tiempo). Me ha encantado reconocer un trabajo sincero y puro, despojado de artificios, muy tentadores en esta disciplina.
De nuevo, gracias a Javier por ser el facilitador de obras que desde lo local tienen los atributos necesarios para viajar allá donde se propongan.
Estupendo Román, sencilla y entendible su poesía.
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