En la película Todo es mentira, Pablo (Coque Malla) come por
primera vez en casa de los padres de Lucía, su novia (Penelope Cruz). La
comida que más odia en el mundo es el pisto, y de comer – no podía ser de otra
forma – hay pisto. La lucha por quitar o dejar el plato para que Pablo lo coma o
se coma otra cosa es una de las escenas a la que más cariño le tengo del cine
español, porque Pablo, en la difícil tesitura de la visita de presentación,
quiere comer pisto, y Lucía quiere que su madre le retire el plato. La pregunta
del padre (A ver hijo, ¿Qué quieres comer?), es respondida por Pablo tras unos
segundos de suspense: “Pisto”.
Y es que a veces la vida te pone delante la mejor comida del
mundo aunque tú la aborrezcas. El problema no es del pisto, es tuyo, que no has
sabido ver la cantidad de cosas maravillosas que tiene el pisto.
Aquí os traigo tres libros que son tres pistos porque, o
bien no nos habíamos dado cuenta de su existencia (y estaban ahí) o nos hemos empeñado
en comerlos y hemos acabado disfrutándolos una barbaridad:
Rusty Brown, Chris Ware
El único pero de haber conocido ahora la obra de Chris Ware
es justo eso, haberlo conocido ahora, cuando un servidor creía dominar el canon
de la novela gráfica. Y de pronto esto, existencialismo puro a través de la
historia de un niño, un joven, un hombre, un anciano. O lo que es lo mismo de Rusty
Brown. O lo que es lo mismo, la historia de un país a través de lo concreto,
con la óptima de máximo aumento, llegando a lo universal a través de lo más
particular. Como Mad Men, como una novela de Ford, de Franzen, de Roth.
Una narración en cuatro actos sobre un niño diferente, incomprendido,
inadaptado, que va construyéndose como adulto y esa construcción solo se entiende
entendiendo su etapa infantil, sus miedos, sus temores y sus fobias. Y con
Rusty, otros personajes que van creciendo a lo largo de la obra, con su espacio
propio, como Jordan Lint, el matón del colegio de Rusty. La historia de Jordan es
de las cosas más grandiosas que me he encontrado en el mundo del arte, de cualquier
arte.
Poca broma con esta novela imprescindible del género y de la
literatura.
P.D. Después de Rusty Brown busqué y leí Jimmy Corrigan, el niño más listo del mundo,
su libro anterior, también de culto. Y he de reconocer que me ha costado mucho
más entrar, y quizás sea porque la narración es más compleja, más intrincada. O
porque me estoy haciendo mayor. Lo reeleré más adelante para averiguarlo.
Artemisia, Anna Banti
Volvemos
después de unos meses a un libro de Periférica. Y con Artemisia (perdonadme la
frivolidad) he echado mucho de menos el formato tan característico de sus
libros, con ese encuadrado rojo tan inconfundible. Es lo de menos, pero estas
cosas duelen como la primera vez que ves besarse con otro a una exnovia. Cinco
minutos después te has repuesto, pero el pinchacito en el hígado no te lo quita
nadie. Y una vez repuestos, hemos disfrutado mucho con esta novela, que narra la
vida de Artemisia Gentileschi, una de las primera artistas mujeres reconocidas
por la Historia (escrita por hombres). Una novela intergénero rescatada por la
editorial extremeña, que se aleja del rigor histórico (no es la prioridad de la
narración) y que juega con el relato hasta el punto de que funciona casi mejor
como curioso experimento que como historia en sí misma. En cualquier caso, un
placer el reencuentro con Periférica.
La belleza del marido, Anne Carson
Qué difícil me resulta separar dos lecturas tan cercanas de poetas con las que encuentro tantos espacios comunes. Hace unas semanas fue Louise Glück y su maravilloso poemario Noche fiel y virtuosa y ahora he caído sucumbido a la prosa poética de La belleza del marido, que tiene el acertadísimo complemento en el título de Un ensayo ficticio en 29 tangos, y que se puede leer como novela, poemario, ensayo confesional o lo que cada uno quiera con la etiqueta que quiera, como suele ocurrir con las grandes obras maestras.
No se si es poesía (aunque sé que sí), pero es quizás lo de
menos. Estamos ante un arrebato de reflexión, de nostalgia y de dolor, pero sin
sentimentalismo, sobre una relación fallida. Y repito, no sé si es poesía pero
es poesía, como podría ser música si sonara música por detrás o podría ser ballet
si las páginas bailaran.
A Anne Carson le dimos el premio Princesa de Asturias y a veces pienso que con estos premios a veces atinamos mejor que los que dan el Premio Nobel de Literatura. José Hierro, Paul Auster, Juan Rulfo, Ángel González, Carlos Fuentes, Umbral, Arthur Miller, Leonard Cohen, Padura, Richard Ford, Susan Sontag, Siri Hustvedtz… y en 2020 Anne Carson. No se vosotros, pero a mí me seduce mucho más esta lista que la de los últimos Nobeles, salvo honrosas excepciones.
¡Hasta la próxima semana!
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