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Éramos tan felices

En un pasaje de la película documental El desencanto, Michi Panero rememora los días en los que, tras la muerte de su padre él, un niño aún, se pasó días repitiendo sin cesar “éramos tan felices…”. El director de la película, Jaime Chávarri, quiso reunir a todos los miembros de la familia Panero (la madre y viuda Felicidad Blanch y los tres hijos, figuras malditas de la literatura, Juan Luis, Leopoldo María y Michi) para que hablaran del padre, del pasado, de los años felices. Y aunque la primera parte de la película todo está más o menos controlado (ese “éramos tan felices” domina el discurso coral) a medida que avance el metraje descubrimos que ni éramos tan felices ni nada que se le parezca. Éramos, de hecho, sumamente infelices.

Hace una semana estaba en una reunión de trabajo que reunía a antiguos compañeros, entre los que me encontraba. El azar nos devolvía a una situación antes habitual, y en los primeros minutos nos dejamos llevar por la nostalgia (“lo de este grupo no se ha vuelto a repetir”, “antes sí que funcionaban las cosas”). Al cabo de media hora llegaron un par de interrupciones, y una voz más alta que otra un poco más tarde culminó con un “¿pero me quieres dejar hablar?”. No pude evitarlo, y compartí en voz alta aquel “éramos tan felices...” de Michi Panero. Creo que nadie me entendió – o quizás sí – pero lo cierto es que nos pasamos la vida evocando pasados ideales que nunca sucedieron (al menos nunca sucedieron de la forma precisa que creemos recordar), y mientras tanto dejamos escapar el presente, o el inmediato futuro, tanto da.

Deberíamos volver al pasado constantemente, sí, para tantas cosas buenas, pero nunca para arrinconar el hoy y el ahora, ya que el hoy y el ahora son la definición de la vida misma, lo único que podemos echarnos a la boca. La vida es eso, echarse justo en el instante que está sucediendo, cosas a la boca.

Aquí van tres libros que miran al pasado con perspectiva de futuro. Grandes lecturas para tiempos de planes y esperanza.

 

La anomalía, Hervé Le Tellier.


Tres meses después del aterrizaje de un avión que cubría la ruta París-Nueva York, aparece en el cielo estadounidense el mismo avión, con los mismos pasajeros, realizando la misma ruta. El gobierno estadounidense activa el protocolo 42, concebido para los incidentes aéreos no contemplados, los que no tienen una respuesta. El mundo tiene que enfrentarse a una situación para la que ningún gobierno, ninguna religión, ningún ser humano, estaba preparado: la aparición de un doble, una persona que eres tú con la única diferencia de no haber vivido los últimos tres meses de tu vida.

Podría decir que es Ciencia Ficción pero me estaría dejando cosas importantes, cuando solo la premisa lo es; Tiene algo de filosófico (resuenan ecos de Saramago) pero tampoco creo  que esa sea la pretensión. Mi conclusión es que se trata de una reflexión sobre el pasado y sobre la memoria. ¿Quién no se ha planteado alguna vez qué haría si pudiera retroceder en su vida hasta poder volver a tomar una decisión que el tiempo confirmó equivocada o para evitar una tragedia que podía haber evitado actuando de otro modo? En La anomalía contemplamos a una decena de personajes enfrentados a ese pasado transcurrido (el escritor que ha conseguido el éxito tras el suicidio de su otro yo, la mujer que ya no es su doble porque esta se ha quedado embarazada en los tres meses que ella no ha vivido, la niña que solo es capaz de revelar un gran secreto a su otro yo, el asesino a sueldo que solo concibe su futuro sin su doble…).

Una novela que sospecho va a situarse entre lo mejor y más leído en los próximos meses.  Por cierto, graciás Román, me está encantando este compartir lecturas tan nutritivo para nuestra salud y para nuestra amistad.

 

En la casa de los sueños, Carmen María Machado.


Una escritora como la copa de un pino decide contar su relación homosexual en la que, tras una primera etapa feliz, se ve atrapada en una pesadilla de control, acoso y agresión cuyo primer paso para la superación es la conciencia de la gravedad de lo vivido. Pongamos en contexto: Carmen María Machado es una de las grandes figuras de futuro de la literatura norteamericana, forjada en la grandes publicaciones culturales de prestigio y en el relato (su primer libro ha sido finalista del National Book Award). Ojo con la Machado, estamos ante una de las grandes.


El libro es un prodigioso ensayo sobre el maltrato en pareja, y sobre la falta de visibilidad de las violencias no heterosexuales. Es un punto de vista interesantísimo, ya que la propuesta no es utilizada para negar la violencia que nace de estructuruas heteropatriarcales (el riesgo de la premisa está ahí y es evidente), pero reivindica que la existencia de estas realidades no puede ser negada porque al hacerlo estaríamos consiguiendo el efecto contrario.

Un librazo que pasa automáticamente a la mesa de los elegidos.

 

Noche fiel y virtuosa, Louise Glück.


De nuevo poesía al blog. Grandísima poesía. Por fin la última premio Nobel de Literatura encuentra espacio editorial en España (Visor, atrás quedaron las ediciones agotadas de Pretextos). Y qué poemario, qué forma de sobrecogernos, que capacidad de reinventar el concepto de poesía, si es que tiene sentido encasillar de esta forma su estilo.



No soy yo el que viene aquí para definir qué es poesía y qué no, pero superados los conceptos adolescentes de la rima y la métrica, explota ante mis ojos lectores esta forma de hacer poesía que también veo en la música (en Dylan, en Cohen, en Silvio, en Cave), en la literatura más convencionalmente narrativa (en Cortázar, en Borges, en, por qué no, Murakami, en, claro que sí, Sara Mesa). Poesía es que el texto sea capaz de mecerte como el movimiento del mar y tú, sin darte cuenta, acabes donde el mar quería, sin ningún plan establecido. Pocas veces la soledad, la muerte, el amor, el silencio, se habían convertido de forma tan hermosa y precisa en palabras.


Hasta la semana que viene. 

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