Seguramente no conozcáis el video en el que un viejo negro de
aspecto rudo y corpulento rompe a llorar al escuchar la canción Waitin´round to
die de Townes Van Zandt. Os lo dejo al final de la entrada. Sobre él canta Nacho Vegas en La pena o la nada (... y te vi llorar / como el negro escuchando a Van Zandt) Es el mejor resumen del impacto que debe suponer ver toda tu vida pasar delante de tus ojos, y darte cuenta de todo lo que hiciste bien. Y de lo que hiciste mal.
De repente, al escuchar una canción, ver una película o leer un libro, sientes que el de enfrente eres tú, o que eso que le ha pasado a otro también te está pasando a ti. Leer experiencias ajenas (reales o inventadas) nos ayuda a entender el mundo que nos rodea y en última instancia a nosotros mismos. Y ese conocimiento nos permite ser mejores. Os dejo la propuesta semanal de lecturas para que elijáis a vuestro gusto, buscándoos a vosotros mismos en las historias que contienen:
El hijo del
chófer, Jordi Amat. En
todas las historias hay personajes que salen en todas las fotos, aunque no forman
parte de los protagonistas oficiales. Suelen estar en segundo plano, y si
detienes tu atención en ellos descubres que son en realidad los que manejan los
hilos, y los que desencadenan los acontecimientos. Esa es la mirada con la que
Jordi Amat ha escrito El hijo del chófer,
y con esa mirada ha encontrado a Alfons Quintáns, el hijo del chófer. La
historia del pujolismo en Cataluña desde los preparativos a la transición
democrática hasta nuestros días; también un punto de vista revelador a la
historia del renacimiento contemporáneo del fenómeno independentista; y sobre
todo, una historia apasionante sobre la autoconstrucción de un personaje y su
posterior autodestrucción. De esas extrañas no ficciones que nos apasionan, a
lo Cercás (a su mejor versión) a lo Emmanuelle Carrére (y su espléndido El adversario). Librazo para comenzar el
mes.
Llamadas de
mamá, Carole Fives. Como
si escuchásemos a escondidas detrás de una puerta, en Llamadas de mamá somos testigos de las conversaciones de una madre
y una hija. Y en esta conversación descubrimos confesiones (una enfermedad, la
soledad), reproches (el sentimiento de abandono ante la llegada de la vejez),
pero también situaciones cotidianas y mucho sentido del humor ante escenas en
las que podemos vernos reflejados. Creo que el gran valor de este gran libro de
apenas 140 páginas está en que aunque en estas conversaciones solo escuchamos a
la madre – en lo que viene a ser una suerte de monólogo – lo que bajo mi punto
de vista engrandece el relato es precisamente la parte silenciosa, la de la
hija que escucha. A veces llenamos los silencios por las interpelaciones de la
madre, pero en otras ocasiones el silencio es solo silencio, y me ha hecho
reflexionar que esa es la respuesta que seguramente nuestros padres reciben
muchas veces: un silencio injusto en el que a veces no reparamos. Nunca fui tan
consciente del valor de las elipsis en un libro. Y cuántas veces son esas
elipsis – o silencios- las que mejoran y engrandecen el relato.
Solo una canción, Mark Strand. Poemas de verso libre y tono oscuro.
De pérdidas y soledades, de lo cotidiano hecho verso, de diálogos sombríos.
Como una canción de Leonard Cohen o de Van Zandt ha aterrizado esta belleza que
se lee a veces con distancia porque acercarse a determinados versos hace daño.
Recomendable su lectura sosegada y bien dosificada en el tiempo, que de estas
lecturas no conviene abusar.
Pues eso, aprovechad el tiempo, disfrutadlo, y nunca, nunca, os quedéis con la sensación de estar perdiéndolo. Que no vivan otros por vosotros la vida que os toca vivir a vosotros. Mientras tanto, siempre nos quedará Townes Van Zandt.
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