Hay libros que marcan una época de nuestras vidas, otros que siempre recordaremos por el sitio donde lo leímos, la persona que nos lo regaló (o que nos lo robó), o por la frase que nos dejó medio desorientados, replanteándonos la vida entera. Pero hay otros libros que no ocupando este lugar preferente de nuestra biografía, tienen un papel fundamental. Son los libros bisagra, los estacionales, los que llenan nuestra pasión lectora y saben de su papel como actores de reparto. Para ellos, mi reconocimiento, mi Oscar honorífico, mi reivindicación porque son los responsables de maravillosas tardes de lectura otoñales. Aquí os dejo una muestra reciente de ellos. Son mis últimas lecturas, y de alguna manera un reinicio en el blog. La entrada semanal seguirá siendo nuestra cita fija, nuestro punto de encuentro con los que queráis estar al otro lado. En ella, prescribiremos nuestros tres libros de la semana, porque no queremos marearos con demasiadas novedades, y nos gustaría que elegir un libro para la semana que comienza – si confiáis en nosotros y nos concedéis crédito – sea una decisión fácil, cómoda y atractiva.
Estos son
nuestros tres libros de la semana:
El huerto de
Emerson, Luis Landero.
Leo en la sinopsis del libro que (leyendo a Luis Landero) es difícil no
sentirse transportado a un relato contado junto al fuego. Y no sabría expresar
mejor lo que uno siente leyendo al autor extremeño, del que he confesado ya mi profunda
devoción. Alguna vez he hablado de que gran parte de la culpa de mi pasión por
los libros se la debo a mi madre, y hay libros y autores con los que podría
contar el relato de mi relación con ella. Pues Landero ocupa sin duda los
últimos años de compartir libros y lecturas simultáneas. Y solo por eso ya me
hace contraer una deuda impagable con él.
Luis Landero vuelve a sumergirse en su memoria de infancia y
juventud y nos regala otra obra maestra de la literatura autobiográfica. Su
escritura es poesía pura, y me embeleso en la lectura de sus novelas como solo
me sucede, aunque sea prosa, con los más grandes poetas. Todo el libro es
redondo, perfecto, pero como me pasa con sus libros, los inicios de Landero los
enmarco en mi memoria y retumban durante meses. Esto que os dejo aquí es
imposible leerlo sin recitarlo:
Muchas frases, pasajes, historias de juventud, amoríos y
desamoríos, y muchos viajes a través de los libros. Además, me llevo una frase
para hacer uso de ella ante una pregunta improcedente: “yo no trabajo el
mejillón pequeño”.
Territorio de luz, Yuko
Tsushima. Muchas veces he hablado de los libros en los que parece que no
pasa nada y en realidad está pasando todo. Mucha de la gran literatura
norteamericana (la que adoro) es así: Roth, Ford, Yates, Franzen, Carver…
cualquier recomendación que os hiciera en este sentido sería un acierto. Pues Territorio de luz es un poco esto,
aunque la autora sea japonesa y en realidad, tanto en superficie como en fondo
sí están pasando cosas. Pero, aún con esas diferencias, me parece que la novela
– gran novela – sirve como artefacto de diagnóstico de una sociedad que orbita
alrededor de la soledad y de la falta de entusiasmo colectivo como principales
características (perdónenme los japoneses que me estén leyendo, osea, NINGUNO).
Es la historia de una mujer en proceso de divorcio, que afronta la vida en
solitario junto con su hija de tres años. La autora muestra con absoluta
crudeza la difícil relación que muchas veces tenemos los padres con nuestros
hijos, y se atreve a escribir cosas de las que no se suele ni escribir ni
hablar. Novela áspera, excelentemente narrada, breve pero demoledora. Muy bien
de nuevo por el criterio editor de Impedimenta.
Todas las despedidas, Rafael Juárez. He puesto mis esperanzas para
2021 en la poesía. Leer más, entenderla
mejor, detenerme a disfrutarla. Y he empezado con los poemas de este poeta
sevillano de verso sencillo, sin artificios, hermoso en su facilidad de
transmitir sentimientos. Habla del recuerdo, de la ausencia de los padres, de
la muerte, de las despedidas. Qué ganas de enviar algunos de estos poemas a
amigos, a familiares, a mi madre. Estos días mi teléfono ha servido de vehículo
para ello, y en casa se han vuelto a escuchar poemas recitados. No hay nada
como ver a mis hijos escuchando con los ojos abiertos, y como miran estos
libros como si fueran lo que en realidad son, poderosos y mágicos. Las
ediciones de Pre-textos son preciosas, en fondo y forma, me transportan a otra
época, me transmiten sosiego. Probad un libro de Pre-textos, dejaos aconsejar,
dadle una oportunidad a la poesía.
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ResponderEliminarSeguiré tu blog. Un abrazo desde el Perú.
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