El año, en lo que a mi condición de lector se refiere, acabó
y empezó en clave nacional: autoras y autores españoles haciendo literatura
de lo cercano, o al menos de lugares, paisajes y tonos reconocibles, tangibles al
alcance del lector ciudadano. Nunca he ocultado mi interés (en contraste con buena
parte de mi entorno lector) por la literatura hecha en español. Me gusta
diagnosticar – probablemente sin acierto – el estado de salud de nuestras
letras, detectar de vez en cuanto una irrupción luminosa para el futuro y
constatar – esto sucede a menudo – que nuestra literatura está viva, en estado
de crecimiento permanente. Os dejo las cuatro lecturas más importantes que han
pasado por mis manos y por mis ojos en los últimos meses:
El cielo según
Google, Marta Carnicero. Foto de urgencia sobre el hule de cocina de mi suegra, pero es que el libro lo merece. Si
una editorial como Acantilado pone el ojo en un autor nacional desconocido, los
lectores nos tenemos que poner en guardia, algo importante puede estar pasando.
Después de leer El cielo según Google,
lo puedo confirmar, algo importante está pasando. Se trata del primer libro de
la autora catalana, publicado originalmente en catalán. De nuevo, una historia
sobre la normalidad de vidas entrecruzadas. Una historia contada a dos tiempos:
el pasado de una pareja que afronta el difícil proceso de una adopción, y el
presente – muchos años después – donde la narradora ahora es la niña de
entonces, enfrentada a una realidad ya olvidada. Breve, incisivo, brutal y
espléndidamente narrado. Es, desde luego, inevitable, buscar de nuevo a la
autora – también en Acantilado – con Coníferas,
su nueva novela. Os podré contar pronto.
Por cierto, espero poder tener la oportunidad de preguntar a la autora el porqué (si es que hay un porqué) de no traducirse a sí misma. Es un asunto, el de las traducciones, que me interesa muchísimo, un gran misterio del que espero saber pronto.
Las maravillas, Elena Medel. Probablemente el libro más interesante de 2020 (ya sé, Sara Mesa se ha llevado todas las loas). Elena Medel se estrena a lo grande en narrativa (su obra hasta este libro había sido poética) y nos habla de mujeres de tres generaciones distintas, de clases sociales, del perdón, del olvido, de que, en definitiva, somos en buena medida casi siempre – y para otros – lo que tenemos, cuánto tenemos y cuánto hemos perdido. Una novela que nos demuestra que en la construcción de personajes y en el andamiaje de sus relaciones radica el secreto de la calidad reconocida de una historia. Literatura social, política, de compromiso… vamos de lo que nos hace falta como el comer, siempre pero especialmente en los tiempos que corren. Corre a por ella.
Rewind, Juan
Tallón. Tras
leer (y reír) con el autor con Mientras
haya bares (del que os hablaba en la entrada anterior) la sorpresa con
Rewind ha sido mayúscula. Ficción pura y dura, que llegó en un momento lector
en el que era justo lo que necesitaba. Un acontecimiento trágico (la explosión
de un edificio) contado a cinco voces, por cinco protagonistas y testigos de lo
sucedido. He echado de menos el humor reconocible del autor en mis lecturas
anteriores pero me he reencontrado con un estilo literario que me ha hecho muy
feliz en otros momentos de mi vida. Las comparaciones son horribles, pero no
puedo evitar comparar este Rewind con los libros de David Trueba, Ray Loriga o
(por momentos me vengo arriba) la Sara Mesa de los tiempos de Cuatro por
Cuatro. Es el libro que le regalaría a mi hijo de veinte años cuando yo tenga sesenta
y él no lea, cosa que espero no suceda nunca.
Cien noches,
Luisgé Martín. Y
por último esta maravilla, con el cadáver aún caliente, recién terminado hace
apenas unas horas. En Cien Noches, Luisgé Martín parece más un director de cine
que un escritor. Qué dominio de la escena, que control narrativo, qué manera de
combinar artilugios narrativos. Qué bien todo. Como decía hace unos días en
Twitter, qué gran verdad eso de que la mejor forma de contarnos a nosotros
mismos es a través de nuestras mentiras. Luisgé nos habla de infidelidades pero
la mayor infidelidad que podemos cometer es la de negarnos nuestra propia
felicidad viviendo la vida que no queremos vivir, y nadie como él me lo había
contado nunca, tan bien, tan fácil, tan doloroso. Novelón para acompañar 2021.
Por cierto, en los agradecimientos se nos desvela un singular artificio de la
novela, que no es otro que el encargo que el autor hizo a otros escritores para
que escribieran una serie de relatos que contextualizan la historia principal y
que nos vamos encontrando a lo largo de la novela. Los autores de estas breves
piezas son Edurne Portela, Manuel Vilas, Sergio del Molino y José Ovejero. Casi
nada. Y me encanta la reflexión del autor en estos agradecimientos: “La
tradición del cameo literario debería ser más fértil a mi juicio”. No puedo
estar más de acuerdo.
Os deseo un año en el que hagáis vuestras propias elecciones
literarias y que acertéis en todas ellas. Hasta pronto.
Madre mía no sé cuál me atrae más...
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