Uno espera de los inicios de año unos cambios que casi nunca
llegan. La vida no es como el programa Lluvia de estrellas, esa cosa que
presentaba Bertín Osborne, donde tras cruzar una puerta llena de humo te
convertías en una artista, más guapo, más alto, con el pelo más bonito. El
cambio de año solo supone un cambio si es nuestra actitud la que cambia, y eso
depende solo de nosotros, no del calendario. Y como depende de nosotros,
podemos hacerlo cómo y cuándo queramos. Cambiemos, eliminemos lo que no nos
gusta de nosotros mismos y se puede cambiar, y aprendamos a entender lo que no
nos gusta pero tampoco podemos cambiarlo. Si me siento mejor haciendo algo de
deporte (tranquilos deportistas olímpicos, no soy una amenaza para vosotros),
pues me pongo con ello, si hemos dejado de ver cine en casa y nos encanta el
cine, no tengo a quién culpar. Una de las cosas que he aprendido de mis
lecturas recientes es que no solo leer nos hace mejores, sino que leer a
personas divertidas, con talento, que hacen o han hecho cosas buenas, no nos
hace divertidos, talentosos o buenos, pero al menos nos da algunas pistas de si
lo somos. Os cuento algunas de las lecturas que me han acompañado en el cambio
de año:
¿Dietarios?
¿Diarios? ¿Biografías?
La frontera es delgada (y por otra parte la clasificación es
lo de menos), pero he disfrutado muchísimos de unos cuantos libros que podemos definirlos
como testimonios personales sobre lo vivido. Aunque ha habido alguna
autobiografía, los dietarios (diarios literarios que, utilizando el formato
personal de estos se aprovechan para hablar de cualquier cosa) han sido la
estrella de mis navidades. Entre ellos (alguno se cae de la lista) os quiero
recomendar los siguientes:
Seré feliz
mañana, Xacobe Pato. Un
librero de Santiago de Compostela que nos cuenta cómo las pequeñas cosas
cotidianas son a la postre las mejores. Ha pasado de sus testimonios en
Instagram a la publicación de este libro (que son en definitiva entradas
publicadas en esta red social). Es el típico libro que acabas con la sensación
de haber conocido a un buen amigo. Probablemente no sea el mejor dietario
literariamente hablando, pero ha sido el más divertido de los que he leído.
Diarios, Iñaki Uriarte. He leído la primera
parte de estos diarios (hace poco Pepitas de Calabaza ha publicado todos los
diarios en un solo tomo). Es una obra de culto, la que todos los “dietaristas”
mencionan en sus propios dietarios. Me ha gustado mucho por lo que tiene de
canónica, porque está muy bien escrita, por el talento y por el sentido del
humor. Iñaki Uriarte es como tu tío soltero, que no sabes muy bien a lo que se dedica
pero lo sospechas, y te enseña lo que otros no te enseñan. Un canto al buen
vivir y a una forma de ver la vida basada en la búsqueda – no siempre con éxito
– de la felicidad. Por cierto, la magnífica y sucinta presentación del autor en
la solapa del libro merece un libro entero: Iñaki Uriarte nació en Nueva York
(1946), es de San Sebastián y vive en Bilbao. ¿Qué más necesitamos saber de él?
Mientras haya
bares, Juan Tallón. Como
un discípulo aventajado, Tallón nos habla de la vida – de su vida – de sus
bares, de sus noches con sus inevitables días, de sus lecturas (hay mucha
literatura en su libro) y muchas, muchas referencias literarias. Aunque quizá
algo repetitivo en su parte final – no deja de ser un compendio de artículos ya
publicados que a partir de un determinado momento se retroalimentan unos a
otros – la primera parte es excepcional, quizá lo mejor de todo lo leído en
este periodo.
Infrafútbol,
Enrique Ballester. O
el fútbol como excusa para contarnos la vida. Enrique Ballester nos habla de su
afición por el Castellón, en esas vidas que pasan entre estadios de segunda
división y autobuses que transitan por carreteras comarcales. Esta corriente
(¿corriente?) en la que a través del fútbol expresamos otras cosas está
recogida con maestría por la colección Hooligans Ilustrados, de la editorial
Libros del KO, y Enrique Ballester es de los que mejor la ha entendido.
Recomendado para todo el mundo, pero especialmente para los que creen que al
ser un libro de fútbol no les va a gustar. Y si tenéis ganas de más, acaba de
publicar Otro libro de fútbol, más y
mejor de lo mismo. Delicioso.
Barack Obama,
Una tierra prometida. Ya
sé, no es un dietario, ni un diario, sino el testimonio en primera persona del
expresidente de los Estados Unidos. Pero qué mejor momento que este para leer y
poner en valor las memorias de un presidente que entendió mejor que ninguno (al
menos de los que he conocido vivos) la trascendencia de su cargo, y la
importancia de transmitir grandes valores más allá de sus decisiones puramente
políticas. Esta primera parte de sus memorias – escritas por él mismo – son un
tesoro que todo el mundo debería leer. El día que conoció a Putin, cuando le explicaron
cómo activar la bomba atómica, o todas las dificultades que sus
responsabilidades supusieron para mantener la felicidad familiar justifican la
lectura de esta valiosísima obra. No es un dietario, pero como si lo fuera.
El hombre en
busca de sentido, Víctor Frank. Tampoco es un dietario, ni lo pretende. Es el testimonio en
primera persona de un superviviente de los campos de concentración Nazis. Sin
poesía y sin artificios, pero sin dramatismo, Frank nos cuenta el día a día del
cautiverio, en un libro más filosófico y antropológico que histórico, ya que
tiene el rigor (pero también el valor) que todo testimonio individual puede
tener. Un clásico que sumo con pinzas en esta recopilación de dietarios y que es
ya un clásico ante el que es imposible no conmoverse.
Hasta la próxima, y felices lecturas.
Pues me llevo varias lecturas obligadas. Siempre que no sé qué leer o por dónde seguir, vengo aquí; nunca me defraudáis.
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