Hace poco un amigo me hablaba del talento. Hay gente
brillante – me decía – que nunca llega, de la misma forma que hay gente no
especialmente brillante que acaba llegando.
Creo que no se trata de simple
injusticia o de mala suerte, sino de un problema de percepción del propio observador (es
decir, cualquiera de nosotros), obsesionado por ser testigos de la llegada a
meta. ¿Cuál es el destino? ¿Qué es triunfar? ¿A dónde hay que llegar? Esa es la
clave, y ese es el error. No hay que llegar, amigos, porque nunca se llega. Hay
que estar y sentir que vale la pena, aunque los demás no sean capaces de verlo.
Y pensando en estas cosas me viene a la cabeza PL Salvador, uno de los tipos con más talento que he conocido en
esto de la literatura, y que considero que ya ha llegado sin llegar; y por eso,
cuando le publique Anagrama (o cualquier otra grande) no hará falta darle la
enhorabuena, porque ya se la estoy dando ahora. Querido Salvador, sigue escribiendo
sin complejos, que lo que estás construyendo perdurará. Y, permíteme el
atrevimiento: Vuelve a publicar en Pez de Plata, que es el traje que mejor te
queda.
Un editor. He tenido la suerte de
conocer a un editor de mi ciudad, con su propia editorial, con decenas de libros publicados y con una conciencia sobre la importancia de dejar huella que me ha
marcado. Lo importante no es vender más, sino llegar a todos los lectores posibles,
presentes y futuros, proyectándoles la memoria necesaria de nuestro pasado más cercano. Publicar – y especialmente publicar como publica él – es
un servicio público y necesario. A ver si nos damos cuenta de ello.
Gracias Javier, ha sido (y espero que siga siendo) un
placer. Tratas a los libros que publicas como si fueran únicos, como si fueran
tus propios hijos, y a eso no se le puede poner precio.

Un escritor. Y a propósito del editor, poco después conocí a uno de sus escritores, José Félix - cuántas conexiones nos unían sin saberlo - que ha escrito un libro sobre Minas del Horcajo, el pueblo en el que creció mi madre y su familia; un pueblo minero que desapareció cuando desapareció la mina y del que ya solo quedan recuerdos, y en el libro nos habla (mucho) de la mina y de la importancia del lugar para entender la historia de la minería en el mundo, pero también nos cuenta cómo era vivir en un pueblo que miraba permanentemente a sus minas. Capturar en un libro lo que ya no se puede ver es un legado impagable, y José Félix, que es un gran ingeniero de minas (ingeniero de los de antes, de los que reivindican el significado etimológico de la palabra, el ingenio por bandera) y un estudioso del lugar, sabe que más que un libro ha escrito la memoria colectiva de todo un pueblo.
Solo se trata
de contar historias. Y
da un poco igual (no da igual pero me entendéis) lo que se cuente, porque el
que cuenta bien una historia siempre acabará rodeado de gente deseando
escucharle. Este verano me ha pasado con Sergio del Molino y su último libro, La piel, en el que nos habla de
psoriasis (de la suya) y de paso nos cuenta historias de Stalin, de Vladimir
Nabokov o de Pablo Escobar, pero también de su hijo (que ya es un poco nuestro hijo), de su piso de
universitario en Madrid, y de Girls just
want have fun', el himno generacional de Cindy Lauper, y nos recuerda que
el placer de contarnos historias es lo único que hace que merezca la pena
leernos y escucharnos.

Los lagos de
Norteamérica. Yo,
que no me suelo rendir a los brazos de la poesía, últimamente sucumbo ante un
poema que de repente me lo dice todo. De vez en cuando la que duerme a mi lado
desliza un libro de poemas hacia mi mesita de noche y casi siempre acierta y me
deja tambaleando. El último es Los lagos de Norteamérica, una locura
autobiográfica sobre un padre y su hijo autista ante la que es imposible no
emocionarse, por dentro y por fuera. Un ejemplo de que la poesía no es algo
místico y lejano, sino que se siente y se toca, te araña y te incomoda.
Enhorabuena a Daniel Espejo por todo esto y mucho más.
Feliz verano y felices lecturas.
¿Qué podría decir? El artículo me parece magnífico, pero supongo que no soy imparcial. Tus palabras me impulsan con fuerza hacia adelante. ¡Menudo empujón! En cuanto a lo de Pez de Plata, es el editor el que elige a sus autores.
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