La familia, los amigos, nuestros seres queridos. Un padre, un hijo, un hermano, tu mejor amigo, tu abuelo. Los que hemos perdido a alguien querido sabemos que el desconcierto inicial asociado al dolor por la pérdida es suplido por el recuerdo que ha quedado de él en ti, de ellos en nosotros. Y ahí aparece una canción, su sonrisa, el poema que te enseñó cuando eras solo un niño, su forma de abrazarte, sus besos. Y en ese recuerdo es posible sonreír y seguir amando. Esta nueva crónica veraniega habla de todo eso y de cuánto nos han enseñado los libros sobre la memoria de los que no están.
Galder Reguera y su libro de familia. Galder, al que ya habíamos leído en su intercambio de cartas con Carlos Marañón, ha escrito un libro maravilloso. El más cercano a una obra maestra que recuerdo en mucho tiempo. “Mi padre murió el día en que mi madre le dijo que estaba embarazada de mi”. Así empieza el relato sentimental de un hijo que solo conoció a su padre a través del testimonio de otros. Galder construye su propia historia y nos la regala, y a través de esa generosidad nos da algunos de los destellos literarios más hermosos que he leído en años. Qué difícil es no emocionarse leyendo Libro de Familia, pero sobre todo, qué difícil es no hacer una introspección hacia nuestras propias familias y darnos cuenta cuántas deudas pendientes tenemos pendientes de saldar, cuántas historias hemos dejado de escuchar, cómo de importante es no olvidar.
Galder, lo mejor que puedo decir de tu libro es cuánto me ha recordado a El olvido que seremos, probablemente el libro de mi vida.
Miguel Delibes. Este verano me propuse rescatar al autor Vallisoletano. Tanto lo leído (¡cuántas lecturas tan poco estimulantes en el colegio!) como lo no leído. De la experiencia han caído siete libros (El camino, El príncipe destronado, El disputado voto del señor Cayo, Cinco horas con Mario, Los santos inocentes, Las ratas, Señora de rojo sobre fondo gris), y tengo que decir algunas cosas: La obra de Delibes es maravillosa, obligatoria, desnuda de artificios, absorbente en su desnudez formal, accesible para todos. Y esto último es lo más importante: sus libros son breves, lo que supone toda una lección para los autores que necesitan seiscientas páginas para contarte una historia, y de paso matarte de aburrimiento (en el mejor de los casos) o timarte (en el peor y más habitual). Pero también es importante elegir bien el libro con el que acercarte a un maestro como él, porque corremos el riesgo de abandonarle por el síndrome del clásico, ese que nos aleja de una lectura por entenderla desactualizada, aburrida, fuera de contexto. Mi consejo para Delibes es que no leáis cualquier libro sin más, ya que corréis ese riesgo. Esta es mi propuesta: Los santos inocentes (el mejor libro sobre la España rural jamás escrito) y Señora de rojo sobre fondo gris (el mejor homenaje del autor a su mujer fallecida). Deslumbrar en menos de doscientas páginas es posible.
Agosto, por cierto, es para Carmen
Martín Gaite.
Jon Bilbao ha publicado libro y leerle es siempre como regresar a casa. Basilisco no es el libro suyo que más me
ha gustado (El silencio y los crujidos
me pareció inolvidable y sigo adorando sus libros de cuentos) pero creo que
para muchos puede ser el libro que más guste. Leedlo si queréis saber qué se
cuece en el panorama literario nacional de cierta calidad. Bilbao es un
narrador magnífico y tejiendo historias puede que el mejor. Aquí se marca una
pirueta narrativa con historias que entran y salen del relato principal sin
esfuerzo aparente. Y eso tiene mucho mérito.
Zapico y Pez de Plata. De Gijón me traje Los niños de humo, las historias relatadas y dibujadas entre Aitana
Castaño y Alfonso Zapico sobre los hijos de la cuenca minera asturiana, esos
que eran reconocidos cuando iban a Oviedo por su olor a humo. Y sus relatos, contados
de padres a hijos, suenan a poesía sobre ruido de sirenas, a mujeres que
esperan temerosas una llamada, a las inquebrantables amistades que da la mina,
a una guerra (por fortuna) no olvidada, a hijos de ingenieros que juegan con
hijos de mineros. A riesgo de que me maten los amigos de Pez de Plata
(perdóname Jorge) os dejo el relato que da nombre al libro. Nunca es tarde para
descubrir a Zapico.
Cestyle. Hay veces que un lector como yo se encuentra la verdad de la mejor literatura lejos de los libros, o cerca, pero fuera de ellos. Cuando pasa esto, todo se detiene y desaparecen las fronteras de lo que uno piensa que debe ser y casi nunca es. Me ha fascinado conocer a este artista (¿Mc, poeta, rapero?) de mi ciudad que con su talento agita y remueve sentimientos y conciencias. Esto no es música amigos, es vida y sí, también literatura. Te felicito desde aquí porque, como decía de otros en mi entrada anterior, no sé si has llegado donde querías pero ya lo has logrado. Espero conocerte pronto.
Enterradas, como una moneda en mar profundo Entre corteza y manto superior del mundo Que extinguimos, avisó con cambios y olvidamos El poder de destrucción de nuestras manos
Feliz verano y felices lecturas.
Comentarios
Publicar un comentario