¡Hola de nuevo!
Hoy os quiero
hablar de este concepto que trae en vilo desde hace décadas al mundo cultural
estadounidense. La gran novela americana lleva obsesionando a un país de tal
forma que muchos autores (sus obras) han sido coronados (coronadas) como
poseedores (poseedoras) de tan preciado privilegio. En este artículo de El País
se explica qué demonios significa eso de la gran novela americana, y se hace en
torno al magnífico ensayo Walt Whitman ya
no vive aquí, de Eduardo Lago (gran edición de Sexto Piso), que supone una
de las grandes antologías de novelas norteamericanas del último siglo.
No estoy
aquí para abrumaros con referencias teóricas, sino a contaros qué es para mí la
gran novela americana, porqué la sigo buscando, y lo mejor de todo, porqué he
llegado a la conclusión de que la gran
novela americana no es americana.
Tras el nacimiento de los Estados
Unidos de América, los nuevos ciudadanos norteamericanos se marcaron un
objetivo: convertirse en la nación más grande de la historia de la humanidad, y
eso incluía al deporte, a la educación, a la ciencia... y también a la literatura. Han pasado doscientos años y casi lo han
conseguido: la literatura norteamericana es uno de los pilares básicos de la
cultura contemporánea.
Creo intuir qué es en realidad la gran novela americana,
y por muchas definiciones que se me ocurran, todo al final se reduce a un
intangible: es la sensación de fracaso del ciudadano americano tras descubrir
que no va a ser capaz de cumplir las expectativas que han sido depositadas
sobre él. Es una mezcla de fracaso, nostalgia y capacidad de reinvención que
aparece cada vez que el sueño americano no se cumple, cosa que sospecho que
sucede más a menudo que lo contrario.
Os voy a dar mi lista, subjetiva,
incompleta y seguramente injusta, de las novelas que considero esenciales para
entender y amar la literatura norteamericana:
Pastoral Americana, de Philip Roth. Qué tiene este libro que vuelvo
a él una y otra vez. Philip Roth
es Nathan Zuckerman y Nathan Zuckerman es Philip Roth. Primer volumen de
su trilogía Americana, brutal y perfecta. Adiós al sueño americano en
cuatrocientas páginas.
Stoner, de John Williams. La vida y nada más que la vida narrada a
través de un profesor de literatura de la américa profunda. Qué maravilla es
cuando en un libro parece que no pasa nada y en realidad está pasando todo.
Mucho menos conocida de lo que debería y afortunadamente cada vez más conocida.
Manual para mujeres de la limpieza, de Lucía Berlín. Recientemente
descubierta, los relatos de Lucía Berlín son puro oro. La soledad, el
alcoholismo, los conflictos familiares, el abismo. Ficción que no es ficción
porque es la vida de Lucía a lo largo y ancho de la geografía norteamericana.
¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?, de Raymond Carver. Otra
obra maestra, más de lo mismo. Los breves – brevísimos relatos de Carver –
concentran la esencia pura de Norteamérica y del siglo XX.
4321, de Paul Auster. No puedo dejar fuera al escritor que me
inyectó el veneno de la literatura y que me enseñó a amarla como la amo ahora.
No sé si es su mejor libro – en realidad sé que no es su mejor libro – pero las
cuatro vidas de Archival Ferguson ya forman parte de la historia de Estados
Unidos. Auster no solo cuenta la historia de Norteamérica, sino que la
construye página a página. Nunca hay que dejar de leer a Auster.
Vía revolucionaria, de Richard Yates. También podría elegir Las
hermanas Grimes. El matrimonio que se mira a la cara tras años sin hacerlo. Y
claro, todo salta en pedazos. Una metáfora de la vida y de las decisiones no
tomadas que acaban pesando más que las tomadas.
El periodista deportivo, Richard Ford. Cuánto en tardado en leer a
Ford y ahora no puedo dejar de leerle. Todo el rato. Esta es la primera, la que
lo empezó todo. La historia de Frank Bascombe es la historia de un escritor que
abandona su carrera para encontrar en otros lugares vitales la felicidad. Con
Richard Ford hay esperanza. Otro imprescindible.
Y cerrada, más o menos la lista,
me hago (os hago) una pregunta, ¿Y si la mejor novela americana no es una
novela? Voy más allá, ¿Y si no es americana? Estas son las obras que me he
encontrado por el camino, que pueden ocupar perfectamente el lugar de la gran
novela americana sin serlo:
The Americans, de Robert Frank. Robert Frank nos demuestra que no solo escribiendo se
hace literature. Todo lo que cuentan muchas novelas Robert Frank nos lo cuenta
con imágenes. Esto es América señores, la vais a reconocer enseguida.
Mad Men, de Mathew Weiner. También hacienda cine se hace literatura.
Hasta que vino Weiner y nos convenció de que una serie también podía reescribir
la historia del séptimo arte y ponerlo patas arriba. La vida de un publicista
en Nueva York es la historia de todos nosotros.
Eduard Hopper. Los cuadros de Hopper son todo lo que los libros y
el cine nos han enseñado mostrados con la pureza de los instantes que solo
pueden mostrarse a través de la pintura. Aunque no lo sepas, la obra de Hopper
describe lo que eres o lo que vas a ser.
Y como os decía, ¿Y si buscamos
la gran novela americana fuera de Estados Unidos? Pues la vamos a encontrar,
porque grandes escritoras como la canadiense Alice Munro y cualquiera de sus libros (sus relatos en Demasiada Felicidad son insuperables), Ian McEwan y, por ejemplo, Expiación (su obra maestra) o la
reciente Gente Normal, de la irlandesa
Sally Rooney, la versión moderna de Stoner. También un español, Gonzalo Torné, lo intentó, y no sin
fortuna, hace unos años, con Años
Felices, en un ejercicio hermosísimo de intentar explicar lo de allí desde
aquí. Como digo, no le salió nada mal.
¿Cuál es para ti la gran novela
americana? ¿Y la gran novela española? Afortunadamente, ni hay una sola
respuesta ni la buscamos. En el club de la buena literatura siempre hay espacio
para una buena novela.
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