Aunque en muchas ocasiones repetimos lecturas (normalmente
de forma no simultánea, siguiendo la recomendación del otro), en raras
ocasiones los dos humildes reseñistas de este blog reseñamos el mismo libro.
Pero hay veces que las excepciones están justificadas, y este es uno de los
casos. Me toca a mí reseñar, casi tres años después, Manual para mujeres de la
limpieza, de la norteamericana Lucía Berlín.
Lucía Berlín es de esas autoras reivindicada tras su muerte
pero cuya vida estuvo alejada de cualquier parecido al éxito literario. Y dicho
esto, nada más literario que su vida:
Nacida en
Alaska en 1936, hija de un ingeniero de minas y un ama de casa, Berlin tuvo una
infancia itinerante por Idaho, Kentucky, Montana, Arizona y Texas, donde pasó
la Segunda Guerra Mundial con su madre y sus abuelos, antes de recalar en Chile
en la adolescencia. En la Universidad de Nuevo México fue alumna del novelista Ramón J.
Sender y se enamoró de un mexicano, episodio que indignó a sus
padres y que acabó llevándola a casarse con Suttman, en parte para evitar ser
enviada a Europa. Sus dos siguientes esposos fueron los músicos Race Newton y
Buddy Berlin, este último padre de sus dos hijos menores y adicto a la heroína.
Siguió itinerante por Nueva York, México, Guatemala, Nuevo México y, más
adelante, California, ya separada de Berlin, antes de dejar el alcohol y
obtener gracias a su amigo Emerson una plaza como profesora en Colorado. “Hubo momentos
duros, incluso peligrosos”, escribe Mark. “Mi madre escribía historias
verdaderas; no necesariamente autobiográficas, pero por poco”.
Y es que la vida de Lucía Berlín explica mejor que cualquier
otra cosa su literatura. En sus relatos está su infancia, la relación con su
madre, la terrible enfermedad de su hermana, la droga, su adicción al alcohol
(que marca toda su vida), la vida en la frontera con México, con la pobreza, el
abismo y los contrastes culturales y sociales.., y todo con una ficción tan
comedida que da igual que no siempre utilice su propio nombre o la literalidad
de la no ficción, porque es imposible ser consciente de que nos está contando
su vida convirtiéndola en gran literatura.
Creo que es más importante que nunca reivindicar la
literatura hecha por mujeres. Porque muchas veces su (poca) repercusión ha
tenido que ver con su condición de género precisamente. El ejemplo de la obra
de Lucía Berlín es maravilloso, abriéndose camino sin freno entre las grandes
obras norteamericanas del siglo XX. Nunca más grandes mujeres con más
dificultades que los hombres para desarrollar su carrera, sea la que sea, nunca
más la necesidad de demostrar más para llegar al mismo sitio. Cuánto camino por
recorrer cuando una autora como Lucía Berlín es reconocida diez años después de
muerta.
Algunos la han descrito como el secreto mejor guardado de la
literatura. Nosotros nos debemos sentir privilegiados porque son este tipo de
autores los que nos explican (sin hablarnos de política ni de historia) por qué
existe Donald Trump, qué se respira en la frontera entre Ciudad Juárez y El
Paso y cuál es el estado de ánimo de la Norteamérica real, la de las grandes
esperanzas pero también la del desencanto de los sueños no cumplidos.
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