Hay
conflictos que por su enorme simbolismo y su trascendencia histórica los
convierten en escenarios propios para el desarrollo de propuestas creativas no
necesariamente cercanas al hecho en cuestión. Aunque en algunos casos pueda
parecer fuera de lugar (el escritor escribe sobre algo que le es ajeno) en
otros la propuesta es enormemente atractiva, incluso más interesante que otras
donde el autor está cerca del conflicto. La distancia se aporta en estos casos
una clarividencia especial, y nos permite ver lo narrado con ojos diferentes,
más nítidos, menos contaminados.
Lo que
hace Aroa Moreno en La hija del comunista
es un poco lo anterior, aunque de una forma muy especial. La narración en
primera persona de una familia de emigrantes españoles en Alemania Oriental en
el postfranquismo (y la postguerra mundial) sirve de punto de partida a una
exposición interesantísima sobre la conexión de los conflictos y sobre la
enorme influencia de la experiencia personal en el posicionamiento ante estos.
El tono
es intimista – también intimidante – y refleja que las grandes guerras son la
suma de dramas individuales, que convierten lo terrible en cotidiano y en los
que solo la distancia (o los ojos de otro) nos permiten ver la verdadera
importancia de lo vivido.
La
historia de Katia (ese es el nombre de la protagonista) es la historia de su
padre, comunista exiliado en el Berlín del Este antes de finalizar la guerra, y
la historia de su mujer, que se le une después. Es la historia de una chica que
cruza el muro (ese occidente prohibido) siguiendo a un amor difuso, más etéreo
que real y que deja todo atrás por ello. Y es el regreso a lo abandonado.
Pero
sobre todo, La hija del comunista es una historia sobre los fuera de sitio,
sobre sentirse apátrida, y sobre esa desolación que cae encima al sentirse un
extraño hasta en tu propio país.
Creo
que si tuviera que decir hoy día una novela que describiera qué es Caballo de
Troya en el mundo editorial sería esta, ya que define perfectamente su
propósito y sus grandes virtudes. Primero, porque el libro pertenece al
“reinado” de Lara Moreno, la que hasta ahora creo que (junto a Elvira Navarro)
han sido las grandes editoras residentes del sello (recordemos que desde la
retirada de Constantino Bértolo la editorial selecciona a un editor temporal
que dirige la línea editorial del año). Y segundo, porque si por algo se ha
caracterizado Caballo de Troya a lo largo de su historia es que sus libros
siempre han sido una explosión de talento, y La hija del comunista lo es.
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