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El gatopardo, Giuseppe Tomasi de Lampedusa (Anagrama)


Insólita esta lectura que nos viene de Anagrama, editorial que asociamos a rotundas actualidades literarias consagradas, en una editorial que estaría entre las  elegidas si tuviera que seleccionar títulos que describen la realidad cultural de nuestra época. Nunca la ubicaría dentro de la publicación de grandes clásicos donde otros sellos (Alba, Cátedra, Acantilado) protagonizan nuestra biblioteca y nuestras lecturas imprescindibles.



Esta nueva edición de El Gatopardo es, por ese motivo, una gran sorpresa. También hay un segundo motivo, y es el hecho de que nunca la había leído. El Gatopardo para mí era cine, la monumental obra de Visconti. Forma parta de las películas que me enseñaron a amar el séptimo arte y a encontrar entre en el cine clásico el refugio que hasta entonces no conocía. No concebía, en la grandiosidad de El gatopardo, que hubiera un libro anterior a la película que la superase (o al menos que la igualase). Incrédulo de mi… luego me ha pasado más veces, con El padrino, Las uvas de la ira, Matar a un ruiseñor.  La experiencia cinematográfica no es excluyente de la literaria, y estos grandes ejemplos lo certifican.

El gatopardo es una novela imprescindible – imperdonable no leerla – que, como todas las obras maestras, trata de muchas más cosas que de las evidentes. Los cambios llegan a Italia con Garibaldi como protagonista y no es sino el reflejo de la transformación política, económica y sobre todo social que vive Europa. Sicilia se convierte en el laboratorio del mundo en pleno siglo diecinueve en el que toda una clase social ve cómo el suelo bajo sus pies se desmorona.

Aunque se trata de una novela con claras referencias históricas (el desembarco de Garibaldi, la aventuras y desventuras del Príncipe de Salina y su familia, la transformación de la jerarquía de un territorio. Pero lo que le da verdadero valor a la novela y la convierte en intemporal es su forma de reflejar la actitud del ser humano a los cambios, del particular concepto de justicia que tenemos en función de dónde nos ha tocado jugar la partida de la vida.



La descripción de los ambientes, de una Sicilia que casi se puede tocar, de los escenarios, y la espléndida construcción de los personajes me hacen siempre asociar este libro a la mejor tradición literaria rusa, con Tolstoi a la cabeza. Me encanta el romanticismo (en el mejor de los sentidos) asociados a El gatopardo y toda su teatralidad.

Como se dice en la novela, Conviene que algo cambie para que todo siga igual. Cuánta verdad y cuántas similitudes con nuestra realidad, de cualquier tipo.



Gran ocasión, y termino, para regresar (o visitar por primera vez) un gran clásico, y excusa inmejorable para volver a ver la maravillosa adaptación de Lucino Visconti, una de las grandes películas de todos los tiempos.

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