Insólita esta lectura que nos viene de Anagrama, editorial
que asociamos a rotundas actualidades literarias consagradas, en una editorial
que estaría entre las elegidas si
tuviera que seleccionar títulos que describen la realidad cultural de nuestra
época. Nunca la ubicaría dentro de la publicación de grandes clásicos donde
otros sellos (Alba, Cátedra, Acantilado) protagonizan nuestra biblioteca y
nuestras lecturas imprescindibles.
Esta nueva edición de El
Gatopardo es, por ese motivo, una gran sorpresa. También hay un segundo
motivo, y es el hecho de que nunca la había leído. El Gatopardo para mí era cine, la monumental obra de Visconti.
Forma parta de las películas que me enseñaron a amar el séptimo arte y a
encontrar entre en el cine clásico el refugio que hasta entonces no conocía. No
concebía, en la grandiosidad de El
gatopardo, que hubiera un libro anterior a la película que la superase (o al
menos que la igualase). Incrédulo de mi… luego me ha pasado más veces, con El padrino, Las uvas de la ira, Matar a un ruiseñor. La experiencia cinematográfica no es
excluyente de la literaria, y estos grandes ejemplos lo certifican.
El gatopardo es
una novela imprescindible – imperdonable no leerla – que, como todas las obras
maestras, trata de muchas más cosas que de las evidentes. Los cambios llegan a
Italia con Garibaldi como protagonista y no es sino el reflejo de la
transformación política, económica y sobre todo social que vive Europa. Sicilia
se convierte en el laboratorio del mundo en pleno siglo diecinueve en el que
toda una clase social ve cómo el suelo bajo sus pies se desmorona.
Aunque se trata de una novela con claras referencias
históricas (el desembarco de Garibaldi, la aventuras y desventuras del Príncipe
de Salina y su familia, la transformación de la jerarquía de un territorio.
Pero lo que le da verdadero valor a la novela y la convierte en intemporal es
su forma de reflejar la actitud del ser humano a los cambios, del particular
concepto de justicia que tenemos en función de dónde nos ha tocado jugar la
partida de la vida.
La descripción de los ambientes, de una Sicilia que casi se
puede tocar, de los escenarios, y la espléndida construcción de los personajes
me hacen siempre asociar este libro a la mejor tradición literaria rusa, con
Tolstoi a la cabeza. Me encanta el romanticismo (en el mejor de los sentidos)
asociados a El gatopardo y toda su
teatralidad.
Como se dice en la novela, Conviene que algo cambie para que todo siga igual. Cuánta verdad y
cuántas similitudes con nuestra realidad, de cualquier tipo.
Gran ocasión, y termino, para regresar (o visitar por
primera vez) un gran clásico, y excusa inmejorable para volver a ver la maravillosa
adaptación de Lucino Visconti, una de las grandes películas de todos los
tiempos.
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