Hermoso
regalo de final de año el de Belén Gopegui, transcribiendo una conferencia que
impartió en las jornadas Ni ellas musas
ni ellos genios, donde ser reflexionó en torno al papel de la mujer en la
historia, en la sociedad y en general en el reconocimiento público.
Para
ello, Gopegui utiliza su experiencia personal y familiar. Su padre, Luis Ruiz
de Gopegui, fue un reconocido astrofísico que se convirtió en los años sesenta,
setenta y ochenta en el máximo representante en España de la Nasa, y formó
parte del equipo que consiguió llegar a la luna. Detrás de él, siempre, su
mujer – madre de Gopegui – Margarita Durán, que sacrificó una parte muy
importante de su carrera para criar a su hija (la hermana mayor de la
escritora), con una enfermedad cerebral grave.
El
título, poético y absolutamente revelador, Ella
pisó la luna, reivindica a mujeres que, como Margarita, también “pisaron la
luna” pero nunca fueron reconocidas, mientras sus parejas – hombres casi
siempre – tuvieron vidas profesionales y públicas de éxito y prestigio (o al
menos tuvieron esa oportunidad).
Me
parece muy interesante la reflexión no tanto sobre el reconocimiento de la
labor oscura y privada de vidas como la de Margarita (reivindicar también la
heroicidad de su vida tal y como fue) como del hecho de no haber tenido la
oportunidad de elegir. Si hubiera podido, no sabemos si hubiera optado por la
vida que vivió o por el contrario su vida hubiera sido muy diferente. Es la
ausencia de libertad para elegir lo que se pone de manifiesto.
Y es
fascinante como Belén Gopegui nos cuenta la vida de su madre desde una posición
absolutamente justa en cuanto al protagonismo concedido. En ningún momento hay
paralelismos (en el sentido de “mientras ella…, él …..”), sino que Luis Ruiz de
Gopegui asume de forma absolutamente secundaria su papel de muso, de actor de
reparto. Y si bien es cierto que la vida de Margarita Durán tuvo también sus
luces de prestigio social (fue una de las impulsoras de Amnistía Internacional
en España), es más importante lo sobrevenido y todas las renuncias asociadas.
El
ensayo es emocionante y me ha invitado a recomendarlo como manual justo de
igualdad y justicia de género. Por eso lo haré llegar a todos los que en mi
entorno creo que pueden nutrirse de él para que todos seamos un poco mejores.
No he podido, lo confieso, evitar leer en voz alta fragmentos enteros del
libro, porque las palabras dichas tienen una fuerza diferente (os animo a leer
en voz alta cada vez que tengáis oportunidad, no tengáis miedo a que os miren
con caras extrañas, alguna de esas caras comenzará a escucharos con atención,
ya veréis).
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