De
nuevo nos adentramos en el terreno de la autoficción. Manuel Vilas hace un
examen de conciencia y se deconstruye a través de la pérdida de su padre y de
su madre. El libro ha tenido una repercusión impropia de un libro de este corte
– incómoda lectura, exigente y poco autocomplaciente – y me hace cuestionarme
cuáles son la claves del éxito en literatura.
Me sorprende que sea este y no
otros (muchos otros, infinidad de ellos) el libro que haya triunfado. Me
gustaría conocer la razón que ha llevado a tantos y tantos (supuestamente)
lectores a comprar, regalar, abrir Ordesa. Me gustaría saber cuántos lo han
terminado.
Y
dicho esto, el campo está lleno de autoficciones, bajo mi humilde punto de
vista mucho más interesantes y ricas literariamente. La propuesta me parece
fallida – el dolor por la pérdida es inconexo con todo lo demás, que por
cierto, tampoco funciona – y el libro se queda en eso: una sucesión de
instantes que no son nada.
Por
todo esto me sorprenden los excesos en las loas, el uso desmedido de adjetivos
que deberían usarse mucho menos (imprescindible, único, memorable, obra
maestra). Así que, en serio, ¿cuál es el verdadero motivo para que Ordesa se haya convertido en el
artefacto literario del año?
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