Soy
muy seguidor de Manuel Jabois. Su clarividencia analizando la actualidad me
parece insólita y es de los pocos columnistas que venden periódicos (cada vez
hay menos). Por eso su primera novela de ficción era para mí un acontecimiento.
Malaherba ha desbancado a todas las lecturas previstas de verano para colocarse
en cabecera cuando, a partir de las doce de la noche, la casa de verano se
quedaba en silencio. En ese momento entraba Jabois con su libro.
Quizás
eran las elevadas expectativas, o que esperaba otra cosa, o simplemente que la
sintonía – es necesaria sintonía que hace que un baile entre dos sea perfecto,
ya sea en bailando un tango o entre un lector y un esxritor – no ha sido completa.
Malaherba me ha gustado, me ha
entretenido, pero solo lo justo. La historia de Tambu, un niño diferente
alrededor del cual pasan cosas, se ha quedado en el camino de algo grande, y
eso, que le puedo perdonar a cualquiera, en el caso de Manuel Jabois, me deja
un poso más agridulce de lo normal.
Se
trata de la historia de un niño de diez años en primera persona en una familia
que está pasando por un momento de catarsis: un padre que sufre lo que parece
un ictus, y muere sin morir aunque al final muere, una madre superada y Rebe,
su hermana mayor, su faro y su guía en ausencia de otra mejor. Y unos vecinos
que actúan como tabla salvavidas a una familia que de resquebraja: su amigo
Elvis y su hermana Rebe, dos hermanos con un padre paradójicamente ausente (trabaja
en casa) y una madre que hace mucho que no se la espera.
Se
trata de una novela de iniciación, donde los descubrimientos vitales (la
música, los primeros besos, los malos de nuestros traumas infantiles..).
Y,
corriendo el riesgo de ser injusto (por mi admiración a Jabois, por unas
expectativas equivocadas) creo que el libro no logra su objetivo pleno. Porque
no acabo de creerme al 100% la voz infantil de Tambu. Busco en Malaherba referentes similares que me
han marcado y con los que sí he sentido esa identificación que aquí no
encuentro: David Trueba, Elvira Lindo, Fernando León de Aranoa.
Como
con las decepciones de las personas que más quieres, quiero pensar que el
culpable soy yo, porque todos los ingredientes están presentes. Y como sí he
sentido ese cosquilleo en el resto de su obra (la periodística y la personal,
con Manu, Nos vemos en esta vida o en la otra, Grupo Salvaje…), estoy deseando
una nueva novela a la que acudiré con lealtad esperando que vuelva a suceder.
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