Creo que Sur será la novela que recordaré haber leído en este gran verano de
2019, y teniendo en cuenta que ha sido mucho lo leído, su previsible
permanencia en la memoria da pistas de su valía literaria.
Sirva como preámbulo. No había
leído antes de Antonio Soler y le tenía ganas. El prestigio que le precedía a Sur me ha animado a que sea esta la
novela y su extensión (500 páginas) a que el verano fuera el momento. He de
decir que ya casi nunca me embarco en una novela de más de 300 páginas si no
tengo ciertas garantías de que en el puerto de destino me esperan grandes dosis
de felicidad. Y Sur ha superado todas
mis expectativas.
Sur es la
historia de una ciudad, Málaga. O más bien, de los personajes que pueblan la
ciudad, unidos por un hilo invisible del que casi nunca son (somos
conscientes). Es Málaga, pero es el retrato preciso de un tiempo en cualquier
gran ciudad.
A través de una estructura narrativa compleja y
brillantemente trazada, el autor nos embarca en un enorme puñado de historias
protagonizadas por personajes en torno al abismo, no necesariamente perdidos,
pero necesariamente perdedores. Delincuentes, perturbados, sociópatas, … pero
también personas aparentemente honorables con vidas a la deriva, o directamente
en el fondo del pozo. Todo empieza la aparición del cuerpo de un hombre en un
descampado.
El relato es exigente con el lector, que tiene que poner
toda su atención en perseguir la telaraña, en sobreentender lo no escrito, en
adivinar los cambios de registro, la mezcla de diálogos intermezclados, en
rellenar los huecos de las sinopsis. Eso sí, el beneficio es inmediato,
hipnotizante. La historia te golpea como un martillo en el centro de la sien.
Como lector me apasiona el riesgo al que se somete un
escritor cuando propone una novela que puede no ser entendida. Si opta por esta
vía y funciona, ya lo ha conseguido, como el acróbata que intenta en público el
número que nunca le ha salido en los ensayos, y le sale.
Sur es una de las
novelas de la década, y me ha servido para cubrir parte del espacio vacío que
dejó Rafael Chirbes en muchos de nosotros. En este aspecto, Antonio Soler se
postula como uno de sus dignos sucesores. No he podido evitar reconocer en Sur parte del estilo que Chirbes dejó en
novelas como Crematorio o En la orilla. Al compararlas con Sur (aunque parezca obsceno) no dejo
ninguna duda de la fe que le tengo a Antonio Soler de aquí en adelante.
Tocará repasar su obra publicada y seguir su obra futura.
Necesitamos apóstoles como Antonio Soler. Es con ellos con quienes construimos
literatura y a través de sus libros nos hacemos recurrentemente la pregunta de
si cualquier tiempo pasado fue realmente mejor.
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