He de
reconocer mi recelo por los éxitos adelantados, que nacen ya como éxitos sin ni
tan siquiera haber sido sometidos al veredicto del público. Tal es el caso de La hija de la española, primera novela
de la venezolana Karina Sainz Borgo, editada en España por Lumen y con los
derechos de publicación vendidos a una veintena de países. Repito, antes de ser
publicada.
La hija de la española cuenta la historia de Adelaida,
venezolana afincada en Caracas que, tras la muerte de su madre, sufre las
consecuencias de la ocupación de su casa por parte de las fuerzas pro-régimen y
encuentra refugio en la casa (y en la identidad) de Aurora Peralta, vecina de
edificio con vínculos familiares en España. En la usurpación de la identidad de
Aurora Adelaida encuentra un modo de escapar de un país que la atrapa, la ahoga
y en el que se muere de hambre.
Aunque
el libro puede leerse como una distopía – en cierto modo lo es – es bien cierto
que las analogías con el régimen chavista (en concreto con una visión demoniaca
del mismo) son evidentes. Esa parte me chirría, porque pone a la literatura al
servicio de un discurso que no me acabo de creer. Ojo, no porque no sea
verosímil, sino porque obvia aspectos fundamentales de la realidad venezolana
que si bien no justifican ciertos actos, si pueden ayudar a ponerlos en
contexto. El mal absoluto es el gobierno y sus acólitos. El resto no existe, ni
siquiera como ruido de fondo.
Dicho
esto, la novela es correcta y puede satisfacer a un público al que guste un
tipo de literatura efectista y sin ambigüedades. Con esa lectura y sin un
análisis más profundo la novela es más que correcta, su lectura es interesante
y efectista. Pero no le encuentro - no
lo busquen – nada más. Para eso hay otras lecturas y otras propuestas, y no
necesariamente literarias.
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