No somos sospechosos: nos fascina la obra de Ray Loriga,
estamos entregados a la causa. Vivimos con el entusiasmo (irrepetible) de la
adolescencia sus primeras obras (Lo peor
de todo, Héroes), con militancia
ciega sus obras de culto posteriores (Tokio
ya no nos quiere, El hombre que
inventó Manhattan), hasta su caída a los infiernos (literarios) antes de
resucitar con Rendición, la novela
que nos devolvió el entusiasmo adolescente. Por eso, por nuestra falta de
sospecha, nos sentimos libres de abrirnos en canal con nuestras impresiones
tras la lectura de Sábado, Domingo,
su recién publicada nueva novela.
Una historia en dos actos, veinte años atrás y en la
actualidad. Un sábado que podría haber sido una más pero que deriva en tragedia
vuelve veinte años después al recuerdo y a la vida del protagonista adolescente
de entonces, ahora ya adulto.
Vuelve el Loriga de voz adolescente, que en retrospectiva
(auto)analiza un hecho del pasado, con zonas nubladas, con asuntos sin aclarar
que vuelven al presente y reactivan el sentimiento de culpa, las dudas por los
actos no consumados (y por los consumados) y nos hacen pensar que somos lo que
somos porque fuimos lo que fuimos.
Y qué queréis que os diga. Este Ray Loriga se deja tibio,
porque no se parece al que reconozco ahora como escritor ni al que recuerdo del
pasado, y al intentar mostrarme una versión renovada del primer Loriga me acaba
ofreciendo muy poco.
Dicho lo cual, esta obra – en mi humilde opinión, fallida –
del autor de Trífero parece confirmar
que la irregularidad en su carrera parece una condición necesaria para
sorprendernos cada cierto tiempo con una obra que es capaz de fascinarnos. Con
esa esperanza nos quedamos, con la que nos permite esperar su próxima novela.
Porque seguimos militando en el club de incondicionales de Loriga. Por eso no
perdemos la esperanza.
La sinceridad siempre aporta algo. Hablar bien de todos los libros sería como no hablar bien de ninguno. Sin duda, Ray Loriga volverá a fascinarnos. Cuestión de tiempo. Pero más que una obra fallida, veo aquí una labor editorial fallida.
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