Casi
sin respiro, y casi sin dejar reposar el libro 1, nos hemos embarcado en la
lectura del tomo que cierra La muerte del comendador, la última obra del
japonés Haruki Murakami.
Como ya
os adelantábamos en la reseña del libro 1, esta segunda parte es absolutamente
continuista con respecto a su predecesor. No parece una segunda parte a la que
poder engancharse si no se tiene muy presente el libro anterior, por lo que
para disfrutar plenamente de la historia, recomiendo leer los libros como uno
solo.
¿Qué
nos encontramos ahora? Si el libro anterior situaba la historia, a los
personajes y las tramas principales, estas solo se dibujaban de forma
esquemática, preliminar. Nuestro protagonista se enfrentaba a un panorama de
incógnitas por desvelar, nudos por desentrañar y cuestiones vitales que
decidir, y es en esta segunda parte de la historia en la que todo se
desencadena sin freno, en un ritmo mucho más frenético que en la primera parte
de la novela. En este sentido, la lectura del segundo libro me ha parecido
(teniendo la misma extensión) mucho más corta.
Una de
las cosas que más me gusta de las novelas de Murakami en cuanto al misterio de
sus historias es que las cosas se desvelan en función de lo que va sucediendo,
y no tanto en función de lo que ha sucedido (y simplemente está oculto). Por
eso no es tan importante conocer la relación entre el misterioso vecino del
protagonista y su hija, sino ser testigo de hacia dónde se dirige esta
relación; ni es tan importante saber qué se esconde tras el misterioso agujero
de donde procedía el ruido de la enigmática campanilla, sino cuál es el sentido
que los personajes le dan a este lugar; ni es relevante conocer los motivos de
la ruptura matrimonial del pintor ni de la nueva relación de su exmujer, sino
explorar el futuro que les espera juntos.
Se
trata de una historia que – como os anticipaba con el primer libro – nos
devuelve al Murakami más reconocible, más literario, más misterioso, más
ficcional. El de las historias enigmáticas, el de los personajes inolvidables,
el de las preguntas trascendentales.
Murakami
se confirma – como si fuera necesario a estas alturas – como uno de los grandes
escritores del panorama literario mundial, imprescindible para entender la
literatura de las últimas dos décadas. Con Nobel o sin él, el autor japonés ya
es una leyenda de la literatura.
Al
final del todo, del misterio, del sentido de la vida, de nuestros anhelos y
nuestros deseos ocultos, está la fe. Dice Murakami (a través de uno de los
personajes de su libro) que “Yo, por el
contrario, no tengo ninguna necesidad de algo tan complicado de entender,
porque tengo la capacidad de creer. Creo a pies juntillas que por mucho que
esté encerrado en un lugar oscuro y estrecho, en un erial o en algún lugar
extraño, alguien aparecerá para guiarme”. Con esta frase se explica el
misterio de la vida, su sentido y sus enigmas.
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