En nuestro habitual peregrinar por la sección
de cómic y novela gráfica de una librería de Urueña acabó en nuestras manos El fotógrafo de Mauthausen, una obra que
lleva el sello de Norma, garantía habitual de calidad.
El fotógrafo de
Mauthausen nos
cuenta la historia de Francisco Boix, joven izquierdista español deportado al
campo de concentración nazi de Mauthausen. Su destino, que como el de otros
compatriotas parecía escrito y sentenciado, de pronto sufre un giro de 180
grados al ser identificado por parte de los nazis como un prisionero de
especial valía. Boix es fotógrafo, y eso le convierte en una herramienta
poderosa para los militares alemanes.
El proyecto que se le encomienda es siniestro
y retorcido (recordemos que la historia cuenta un hecho real): Consiste en
plasmar en fotografías la estética de la muerte, y su belleza artística
asociada. El líder de este proyecto es el comandante Ricken, uno de los
responsables del campo de concentración. Pronto el prisionero Boix será
consciente del enorme valor de su trabajo y comienza con la tarea de intentar
sacar de Mauthausen parte de las fotografías tomadas, con el fin de dar a
conocer al mundo el horror del campo alemán, englobado en la categorías de
campos de exterminio más duros, donde se planteaba el exterminio desde el
trabajo (morir trabajando era el destino de los prisioneros). Esta actividad subversiva
dentro del campo se convierte en el motor de la vida de Francisco dentro del
campo, y es en parte su salvación pero también su mayor riesgo.
Boix es narrador y protagonista en una obra
que, sin ser sensacionalista, detalla con precisión los años terror nazi. El
final es conocido y no da para la sorpresa, pero no por ello la historia pierde
interés. Todo lo contrario, que lo vivido por Francisco Boix acabara en los
tribunales de Nuremberg supone un cierre emocionante (aunque en cierto modo
decepcionante, y no desvelo nada que pueda arruinar la experiencia lectora) a
una historia digna de ser conocida y difundida.
El fotógrafo de
Mauthausen se
acaba de estrenar en los cines, en un golpe de fortuna para la obra, que
supongo (y espero) que se vea reflejada en un nivel significativo de ventas.
Desgraciadamente, la literatura necesita de este tipo de empujones ajenos a la
propia literatura para ser reconocida como lo que es, necesaria e
insustituible.
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