Llegó
la esperada nueva novela de Edurne Portela, una de las voces narrativas más
potentes de nuestro panorama literario. Tras las exitosas – y ya prestigiosas –
El eco de los disparos y Mejor la ausencia, la autora estrena Formas de estar lejos, una novela de
cuyo impacto aún no me he recuperado.
Si en
sus dos anteriores novelas la escritora vasca profundizaba en torno a la
violencia en Euskadi (en todas sus vertientes,
desde la ficción, desde el ensayo, desde la autoficción y desde la
autoexperiencia), en Formas de estar
lejos la protagonista es otro tipo de violencia, la violencia machista que
se da en el seno de una pareja normal. Normal y feliz. Normal, feliz y
modélica. Planteamiento sobrecogedor, sin duda.
Formas de estar lejos es la crónica de una relación
desde el punto de vista de los dos miembros de la pareja: de ella (Alicia), profesora
de universidad que comienza a labrarse una carrera de éxito en una universidad
del sur Estados Unidos, dejando atrás su Euskadi natal; él (Matty), un
norteamericano que cumpliría perfectamente el perfil de estadounidense tipo.
Pronto unen sus vidas y establecen lo que comúnmente podríamos llamar un pacto
de felicidad, en donde la rutina se impone en la relación y las alertas se
obvian, se ignoran.
Son
estas alertas las que desde el principio anticipan la tragedia: los reproches
despectivos, la absoluta falta de empatía ante formas diferentes de pensar la
vida, los comentarios que se hacen cuando se sabe que más duelen. Violencia sin
violencia, soledad e incomprensión.
Y en el
que ahora es su casa, el monstruo crece. Y con él el miedo. Porque el miedo
llega antes, mucho antes del primer golpe. Y por eso el primer golpe no es
importante, porque puede que no llegue nunca,
y no por eso el miedo desaparece y el monstruo deja de ser un monstruo.
Edurne Portela ha escrito sin darse cuenta, una novela que bien podría pertenecer a ese grupo de (grandes) historias que forman parte del manido concepto "gran novela americana". Aquellas que desmenuzan el gran sueño de un país frustrado en su intento de encapsular la felicidad con una fórmula matemática. Esta historia de una vasca en el corazón de Estados Unidos intentando vivir y sentirse viva me ha recordado a la literatura de De Lillo y de Roth, y especialmente a la enorme, maravillosa Stoner, de John Williams.
Sí, ya
sé que se nota, somos admiradores devotos de la literatura de Edurne Portela.
Porque nos gusta la honestidad creativa, la capacidad para contar algo propio,
el talento que se demuestra desde abajo, que se construye piedra a piedra. Y
porque, por encima de todo, nos gustan las buenas novelas. Y esta lo es.
Cómo he disfrutado este libro, además del enfoque del tema, me maravilla la forma de escribir, la maestría utilizando las palabras. Me pasó con Chirbes, con Sara Mesa y me pasa con Edurne Portela. Magnífica reseña.
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