De entre las lecturas pendientes del año anterior, esta tenía una
prioridad especial, por lo que habíamos leído de ella y por lo atractivo del
tema tratado, que reconocíamos en otras obras de referencia para nosotros. Se
trata de La tierra de los hijos, del francés Gian-Alfonso Pacinotti, más
conocido en el mundo del cómic como Gipi.
Nos trasladamos a un futuro distópico tras una aparente gran
catástrofe (¿Guerra nuclear? ¿Antesala del fin del mundo?) que ha acabado con el mundo civilizado tal y como
lo conocemos ahora, y en el que nos encontramos con un padre y sus dos hijos,
en una sociedad que ha desaparecido y no queda rastro de organización social.
Impera la ley del más fuerte.
No se nos desvela casi nada sobre lo ocurrido: Una madre desaparecida,
un padre desapegado de sus hijos (hay rencor, está prohibido cualquier tipo de
afecto hacia ellos) y una secta más o menos organizada que persigue a todo ser
humano alejado de su doctrina. El padre escribe un libro en el que habla de sus
hijos, de unas reglas que cumplir. Pero el contenido de este libro no nos es
desvelado (tampoco a sus hijos, que aunque acceden a él no saben leer y por tanto, necesitan - y buscan - que otros lean para ellos).
En La tierra de los hijos no hay espacio para la inocencia, en lo que supone una terrible metáfora sobre lo que no les está permitido a los desposeídos, a los que se encuentran en los márgenes de la sociedad. El niño fuera de la sociedad no merece la misma compasión que los que están dentro, y se les exige más que a estos últimos. En esta historia, niños y adultos están en el mismo plano de lucha e injusticia: no hay más para ellos.
Por lo que he leído, el autor prescindió de su estilo habitual para adentrarse en esta historia. Prescindió del blanco y negro y renunció casi totalmente a los diálogos. El trazo del dibujo es sombrió y turbio (a veces da la sensación de encontrarnos ante un boceto de la obra definitiva), y el resultado es embaucador. Solo he sentido algo parecido con La carretera, la obra maestra de Cormac MacCarthy, con la que comparte muchos elementos narrativos y argumentales.
Se trata de una obra formidable, muy recomendable para entender la importancia de la novela gráfica en el panorama literario actual. Hay algo que me gusta destacar de los comics y novelas gráficas, y que suponen una de las principales diferencias (al margen de las obvias) con respecto a la literatura convencional. Se trata de los silencios. En novela gráfica los silencios son un recurso único que potencia la narración y - gracias a las imágenes - permite acercar este arte a otros aparentemente lejanos como el cine o el teatro. Esto no es tan fácil en literatura tradicional, donde el silencio debe ser narrado (y por tanto, desarrollado de forma inevitable con la ausencia de silencio de, al menos, el narrador). La tierra de los hijos supone un ejemplo perfecto de cómo manejar los tiempos de los silencios. Una historia contada a base de silencios que os recomendamos encarecidamente.
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