El 4 de septiembre de 2005, cuando se celebraba el Día del Padre, el
coche que conducía Robert Farquharson, un limpiador de cristales con una vida
ordinaria, se salió de la carretera y se hundió en una balsa con sus tres hijos
dentro. Él logró alcanzar la orilla y salvarse; sus hijos, de diez, siete y dos
años, no lo consiguieron.
El proceso judicial trató de determinar si, como creía la conmocionada
sociedad australiana, Farquharson lo había hecho como venganza contra su mujer,
de quien se había separado poco antes, o si, como defendía el propio
Farquharson, todo había sido resultado de un trágico accidente, provocado por
un desmayo al volante.
Este caso real se convirtió en una obsesión para la escritora Helen
Garner, que acudió diariamente a la Corte Suprema de Victoria. En la inflamada
teatralidad de los tribunales, el desfile de los testigos y las observaciones
de la autora nos van aproximando hacia una verdad que, si bien se nos presenta
como necesaria, al mismo tiempo se antoja insoportable. ¿Es posible que la
maldad sea tan ordinaria, tan cercana, tan cruda?
Me ha parecido oportuno comenzar con la sinopsis de
contraportada de este libro, premiado recientemente por nosotros como el mejor
libro de no ficción de 2.018. Me enfrenté a él solo con la información que
contenía el exterior del libro y el resultado ha sido impactante. Con La casa
de los lamentos, hemos descubierto a una autora hasta ahora desconocida en
España, que con esta publicación y la de Historias Reales (publicado casi al
mismo tiempo por Libros del Asteroide) se ha convertido en uno de nuestros
grandes hallazgos del año.
Se trata de un relato personal pero riguroso del juicio que
tuvo lugar tras el trágico suceso, la muerte de tres niños en un confuso
accidente de coche que conducía el padre y que desató todo tipo de teorías.
La autora narra con absoluta pericia un proceso que podría
resultar monótono en otras manos, pero que en las suyas nos hace olvidar en
buena parte de la lectura que estamos ante un hecho real con un final más o
menos previsible. El relato de Garner es pura novela negra, con los elementos
característicos reales de la misma. Y todo esto con los ojos como testigo de
una periodista relatando un juicio, algo que a priori no es apasionante. Os
aseguro que en el relato de Helen
Garner, lo es, y nos mantiene pegado a la silla durante las horas que dura la
lectura.
Es difícil pero necesario ser consciente que estamos ante un
hecho real terrible, con consecuencias difíciles de asumir en una vida normal,
y es eso justo lo que pasó. La muerte de tres niños en un lugar tranquilo y en
una familia aparentemente convencional resulta especialmente perturbador. El libro
de Garner consigue reproducir los hechos bajo un doble prisma de distancia que
hace posible el acercamiento sin que el dolor sea insoportable: la propia
ficción que supone escribir pasado el tiempo junto con el relato del juicio y
no de los hechos. Esto último es especialmente ilustrativo porque ayuda a
entender (sobre todo si nunca se ha asistido a un juicio) que una cosa es la
verdad absoluta (lo que sucedió realmente) y otra la construcción de esa verdad en un juicio.
Defensas y acusaciones construyen realidades diferentes para los mismos hechos,
es algo que sucede cada vez que se celebra un juicio, sea cual sea el hecho
juzgado. Ganar o perder se convierte en la excusa perfecta para dichas
construcciones, y no gana el que tiene la fortuna de tener la verdad en su
bando, sino el que lleva a cabo una construcción más verosímil de lo sucedido.
Esto, en el caso de juicios con jurado, es especialmente importante: todo se
reduce a ser el mejor en el arte de convencer.
Un libro con el que adentrarte en la no ficción con rotundo
éxito y una autora a la que seguir leyendo. Yo ya estoy repitiendo con Historias reales. Hasta pronto.
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