A veces la mejor forma de acercarse a la historia (o si no la mejor, sí la más entretenida) es hacerlo a través de historias transversales, de recovecos en los que adentrarnos y, con esa excusa, acercarnos a momentos, lugares y personas históricos. Esta es la propuesta de Javier Ruiz en El callejero maldito, editado por la heterdoxa y siempre interesante editorial Funambulista.
A propósito de la Ley de la Memoria Histórica de 2007, el Ayuntamiento de Madrid inició los trámites para la retirada de los nombres de decenas de calles cuyo nombre representaba el homenaje a un periodo histórico oscuro e impropio de un país democrático: el del golpe de estado del 18 de Julio de 1936 perpetrado por un grupo de militares que despojaron de esta forma al régimen legítimo existente en España.
Con esta premisa, el autor comienza un recorrido por algunas de estas calles, y por extensión, por las biografías de algunos de los personajes que protagonizaron algunos de los episodios más emblemáticos (más duros, más siniestros) de este complicado periodo. ¿Qué hace de la propuesta de Javier, ya de por sí interesante y original, un recorrido diferente al inicialmente esperado? Lo que hace el autor es establecer entrevistas con los protagonistas, con los que dan nombre a esas calles.
Se trata, pues, de entrevistas con muertos en todos los casos. Ficticias por tanto, y con un componenente inevitable de ficción, aunque con hechos objetivos y consultables en la extensa bibliografía disponible sobre la Guerra Civil. Lo que pretende el autor es dar voz a los damnificados por la retirada de la calle, y por tanto, darles la oportunidad de defenderse de lo, casi en su totalidad, defendible.
En este apasionante (y terrible) recorrido, el autor visita las calles de algunos de los nombres básicos para entender la revelión del 36 y los años que le sucedieron: El general Moscardó, el general Mola, Eduardo Aunós, Asensio Cabanillas, el general Yagüe o el propio Francisco Franco, calle (y personaje) con el que empieza y acaba todo.
Solo encontramos una excepción. Uno de los capítulos está dedicado a los supervivientes del Crucero Baleares, protagonista de una de las matanzas más sangrientas de la guerra, perpetrada en la carretera Málaga-Almería. El gigantesco navío bombardeó uno de los canales de huida principales de la ciudad andaluza con esta cercada por el ejército nacional. Se calculan más de 3.000 víctimas civiles, muchas de ellas mujeres y niños.
El libro supone, además de un recordatorio imprescindible a nuestro pasado reciente, una invitación a conocer nuestro entorno con la curiosidad del viajero inquieto, interesándonos por la historia que hay detrás de los nombres de nuestras calles. ¿Conocemos la historia de nuestras ciudades? Es tan fácil como recorrer sus callejeros enciclopedia (o móvil) en mano.
Y por supuesto, el libro invita al debate sobre la Ley de Memoria Histórica y en concreto de la medida derivada de cambiar el nombre de calles y plazas basándose en el curriculum de los protagonistas. El debate, más allá de pasiones políticas, es legítimo. La historia es eso, historia, y no siempre los personajes históricos están libres de tacha, por lo que dependiendo del listón que pongamos podríamos cuestionarnos decisiones que parecen absurdas (calles de reyes, alcaldes de cualquier signo político, revoluciones de diversa índole, etc..). En cualuqier caso, y dejando asomar tímidamente mi posición ideológica, es inadmisible que personajes siniestros de nuestra historia tengan homenajes de cualquier tipo, incluyendo nuestro callejero. El mismo argumento que sirve a los que se agarran a lo sagrado de la historia podría servirles para reivindicar la recuperación del nombre de calles que la guerra cambió. Porque recordemos que esas calles tenían antes otros nombres, y por tanto, contaban otras historias.
El libro me ha fascinado y me ha abierto el apetito intelectual de mirar las calles que me rodean de otro modo. ¿Te sumas a esta forma de pasear y de conocer lo que tenemos cerca?
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