Hace unos años Marcos Giralt Torrente sacudía los cimientos
del establishment literario nacional con Tiempo
de vida, una suerte de ajuste de cuentas entre el autor y su padre, una
confesión más allá de la (no) ficción que tuvo un extraordinario reconocimiento
de crítica (Premio Nacional de Narrativa en 2011) y público. Años después
volvemos al autor con Mudar de piel,
con la sensación de vértigo ante la incertidumbre que antecede a una gran
experiencia o a una decepción. Os desvelamos el secreto.
Mudar de piel es
el título de uno de los nueve relatos que componen el libro. Nueve historias de
extensión variable que, aunque independientes entre sí, están unidas por un
firme hilo, el de las relaciones familiares. Vuelve, por tanto, el tema de Tiempo de vida, aunque esta vez con el
autor como mero narrador y constructor de historias y personajes.
El libro se convierte en tratado preciso sobre las complejas
relaciones que unen a parejas, padres e hijos (entre ellos e interconectados
entre sí). De esta forma, los relatos abordan la relación entre dos hermanos y
la influencia de esta con la vida amorosa del padre; los vagos recuerdos,
ambiguos e idealizados, de un hijo respecto a su padre; de nuevo un padre,
viudo, y su forma de afrontar la etapa adolescente de su hija en un pueblo en
el que aún después de pasado el tiempo siguen sintiéndose forasteros; un hijo
ante una madre ausente, y los refugios que, pase lo que pase, siempre existen
para una madre y su hijo; la experiencia del envejecimiento de un padre desde
los ojos del marido de la hija de este y de la decadencia que lo derrumba todo;
la relación del sobrino con el tío díscolo; el regreso del padre ausente
durante años; las amistades de la infancia, en especial aquellas con fecha de
irremediable caducidad; y por fin el último relato, con un tono abiertamente
distópico, donde un matrimonio en crisis se instala furtivamente en el jardín
de la hija de ambos, en un ejercicio de retorcido voyeurismo.
Aún en una disciplina diferente (ficción frente a
autoficción) Giralt Torrente vuelve a demostrar un talento contando historias,
captando la atención del lector y
capturando el instante (utilizando la famosa frase de Cartier-Bresson).
Sí, en literatura también esto requiere de un talento especial. Ser capaz de
encontrar el momento luminoso de una historia aparentemente normal es lo que
diferencia a un simple narrador de un escritor con estrella.
Lo real aparece en Mudar
de piel y nos hace sentir incómodos, porque ellos – los personajes creados –
somos nosotros. Entre los temas recurrentes del autor nos encontramos con el
recuerdo y la memoria (con sus parecidos y diferencias), el sentimiento de
culpa, la relación de padres e hijos más allá de su condición, vistos como
personas, el amor más allá del amor (en ese más allá en el que es difícil
hallar los vestigios del amor original), la muerte y la pérdida, el riesgo que
supone dejar de ser lo que somos.
Un libro con el que es difícil no acertar, porque toca las
teclas adecuadas en las que casi todos sucumbimos, y todo ello (eso es lo más
difícil) sin caer en el sentimentalismo ni el maniqueísmo a los que se es tan
proclive cuando se transitan estos territorios creativos. Leed Mudar de Piel, disfrutad de esta magnífica obra.
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