Llevaba algún tiempo queriendo leer a Jesmyn Ward. En Estados Unidos es
actualmente una de las autoras más alabadas por la crítica y por el público. Me
alegré mucho de que Sexto piso se animara con ella justo este año y realmente
ha sido una de las mejores lecturas de 2018.
Jojo, de trece años, y su hermana menor Kayla viven con sus
abuelos negros en una granja en la costa del Golfo de Misisipi, con la compañía
siempre esporádica de su madre, Leonie, una mujer que desearía ser mejor madre
de lo que es, atormentada y en ocasiones reconfortada por las visiones de
Given, su hermano asesinado cuando era adolescente. Cuando el padre de Jojo y
Kayla, un hombre blanco, va a salir de prisión –Parchman Farm, la misma
penitenciaría en la que el abuelo de Jojo cumplió una condena injusta durante
su juventud–, Leonie insiste en ir a recogerlo con los niños. Durante el
azaroso viaje, Jojo, Kayla y Leonie deberán aprender a relacionarse como
familia, y Jojo conocerá a Richie, otro niño con quien descubrirá el legado de
la esclavitud y la importancia de reconciliarse con el pasado.
Es un libro duro, con un comienzo duro pero
emotivo. El niño Jojo, más bien adolescente, intenta impresionar a su abuelo
acompañándole al sacrificio de una de sus cabras. Jojo quiere ser un hombre,
pero aún no lo es. Este capítulo nos muestra desde el principio cómo es su
abuelo, la vida humilde de esta familia y los lazos entre la vida y la muerte
que debemos aceptar para salir adelante.
Cada capítulo tiene un narrador. Son Jojo,
Leonie, su madre drogadicta y Richie, el joven al que el abuelo de Jojo ayudó
en la cárcel. Todos estos personajes necesitan su redención. Jojo quiere a sus
abuelos más que a sus progenitores y se ha convertido en una figura
indispensable en la vida de su hermana Kayla. Leonie es una mujer que fue madre
adolescente y que no está preparada para la vida que tendría que llevar.
Es difícil encontrar libros que te puedan hablar
de la raza de una manera tan sutil y tan integrada en la historia. En algunos
momentos de la lectura se te crea una bola en el estómago y preferirías no ser
testigo de esa realidad, porque parece que al ser testigo también te conviertas
en cómplice. Es una novela necesaria en este sentido porque te enfrenta a un
mundo que evitamos, que no queremos pensar.
Ante un drama como el que nos presenta la autora,
resulta muy agradable la parte mágica y surrealista de la historia. Los dones
de la abuela, de Leonie, Jojo y hasta Kayla le dan un toque aún más intenso a
la historia. Una familia que sufre por partida doble, una abuela que puede
curar pero no se puede curar a sí misma del cáncer. Una madre que puede
dialogar con los muertos pero no consigue relacionarse con sus propios hijos. Y
sobre todo Kayla, esa niña mágica que dentro de su sabiduría sólo consigue
encontrar consuelo en brazos de su hermano.
Es un libro emotivo, precioso, muy bien escrito.
Me ha permitido conocer una nueva voz de nuestra generación pero que nos
muestra una realidad muy diferente a la que estamos habituados. Muchos la han
comparado con Faulkner y es cierto que nos enseña esa América profunda tan
difícil de aceptar, el sueño americano hecho trizas. Pero más allá de analogías
y comparativas, es una autora fresca y a la vez profunda, que ha llegado lejos
pero llegará aún más.
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