Hasta ahora, cada acercamiento a
un libro de Rata Editorial nos ha dejado el poso que solo dejan las obras
únicas y diferentes. Aún recuerdo el impacto que supuso La vegetariana en este lector, y como la lectura de Paraísos
oceánicos nos dejó sin habla. Dicen que no hay dos sin tres, por lo que nos
acercábamos a En las ciudades escondidas con la expectación merecida por los
citados precedentes.
El conjunto de relatos de la
autora novel Natalia Cerezo representan historias – experiencias – personales
(y por ello con alta carga emotiva) en los que se interconectan (sin
enfrentarse) pasado – la poesía asociada a su recuerdo – en oposición al
presente – y a su prosa. El guiño narrativo a este pasado (y como la
idealización de este condiciona nuestro presente) supone una metáfora de eterno
retorno que experimentamos con nuestras experiencias personales, a menudo
circulares y recurrentes.
Títulos de una sola palabra (todos excepto el último),
palabra que contiene la esencia del relato al que precede, y en el que
enseguida nos vemos sumergidos. Algunos retazos de muchos de ellos os dejo
aquí, y todos ellos dejan un poso pesado y profundo tras su lectura: Incendios,
el recuerdo de la enfermedad de una madre enferma y los veraneos familiares en
el camping, los finales paralelos, la nostalgia de lo que ya no está, de lo
próximo a perder; Amor, una esposa y madre que desaparece en el océano; Septiembre,
el regreso al pueblo; Responsabilidades, Un viaje de dos
amigas con el que se pretende olvidar y que solo ahonda más en la herida;
el hilo afectivo único, a veces incomprendido con un gato, o con la abuela (Gato, Bosque); una muerte (o un
beso) que transforman (o trastornan) vidas propias y ajenas (Zorro, Barcelona); Copenhague,
la nostalgia del pasado frente a un presente y sus responsabilidades; Verano,
recuerdos de una boda estival; No, una mudanza, el profundo vacío
que viene después de una pérdida; Corazón, llorar mucho después de
cuando se espera, prorrogar la exteriorización de la tristeza (mi relato
favorito); Salto: el buen sabor de boca de las cosas prohibidas cuando
tienes trece años; ¿Cómo puede ser este hombre mi padre?, experiencias junto al
padre que pueden ser traumáticas pero que junto a él nos hacen crecer.
Natália cerezo juega y retuerce el tiempo. Sus saltos
temporales tienen apariencia de linealidad, y de esta forma el pasado se nos
presenta tan reciente como el presente inmediato. Como ocurre en realidad,
algunos hechos pasados pueden convivir con nosotros incluso tras haber
transcurrido muchos años, mientras que el hoy puede ser algo extraño, frío y
lejano.
Todo un hallazgo – uno más en la interesantísima editorial
Rata – y una edición de las que nos hacen añorar el papel mucho antes de que
desaparezca, haciéndonos desear que eso (el fin del papel) no suceda nunca, y
no hacen sino confirmar que hay editores que merecen un monumento, tanto por lo
que publican como por cómo lo publican.
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