En los
casi cuatro años de vida de este blog no he tenido la oportunidad de reseñar
una novela de Isaac Rosa, uno de los autores que me han ayudado a entender lo
que le pido a la literatura y lo que esta es capaz de regalarme sin pedirlo. El
motivo es que su última novela – La habitación oscura – data de 2013, cuando
niundiasinlibro ni había sido imaginado. Sin embargo, otras incursiones menores
(no por calidad, sino por cantidad) han llegado hasta aquí, como su
colaboración como guionista en Aquí vivió
o su recopilación de relatos publicados en La marea, aunque ya eran una muestra de portentoso talento y
clarividencia creativa, no permiten ver todo lo que Isaac Rosa es capaz de
desarrollar como escritor. Por fin ha llegado el momento. Os presento Feliz final.
Lo
primero que puede llamar la atención de Feliz
final es la temática, aparentemente alejada del resto de obra publicada,
donde la implicación ideológica es el motor de las historias, y el enfoque
desde la ficción de temas como la precariedad laboral (La mano invisible), la crisis económica y
existencial (La habitación oscura, El país del miedo) o la memoria histórica (El vano ayer, Otra madita historia de la Guerra Civil) hacen de sus novelas piezas únicas de
reflexión. El enfoque, siempre original, rompedor, directo, permite subrayar lo
relevante del debate que subyace de la historia.
Feliz Final desconcierta porque es precisamente el
enfoque lo que puede hacernos creer que el autor se aleja de los temas que le
preocupan y le comprometen. Y es precisamente el enfoque (o el desenfoque) lo
que con la distancia – o la profundidad – que nos da el avance de la lectura lo
que más acerca a esta novela del resto.
Feliz
final es la historia del final de una pareja, o mejor dicho, la historia de una
pareja desde el primer encuentro (la primera mirada, los primeros acercamientos
cómplices y fortuitos) hasta la ruptura, irreversible y dolorosa. La historia
de Antonio y Ángela es en realidad un testimonio a dos voces, donde los
protagonistas cuentan la progresión del declive, los momentos clave, los que
rompieron algo hasta ese momento inalterable, y los momentos felices que el
tiempo se ha encargado de borrar. Ambos personajes (Antonio, en letra normal,
Ángela en cursiva, desgranan su relación juntos (capítulos donde se alternan y
se interrumpen, dialogan en un diálogo imposible), y por separado (capítulos
solo para él y solo para ella), incluso en paralelo (el texto se disocia en dos
columnas y el relato del mismo hecho se deforma hasta representar dos relatos
en realidad).
Y
siguiendo con el enfoque, está el método narrativo, a la inversa, como dando a
entender que lo que aporta valor es entender cómo se ha llegado a ese final
(ese principio, en realidad), sin esperar la sorpresa, sino constatando que
donde ahora solo hay cenizas alguna vez ardió el fuego más vigoroso. El
ejercicio es magistral, virtuoso, y confirma (una vez más) las dotes narrativas
de Isaac Rosa, su absoluto dominio del escenario literario, su capacidad para
dar en el clavo cuando casi nadie sabe cómo hacerlo.
Hablaba
del enfoque y de cómo este puede engañarnos. Feliz final vuelve a ser una
novela de Isaac Rosa en toda su plenitud. Porque sí, es una historia de amor,
pero los dos testimonios muestran que en toda relación (de cualquier tipo) la
economía (personal, global), la crisis laboral y sus presiones añadidas (de
competitividad, de estigmatización del fracaso), la teatralización de nuestras
vidas (con nuestras mentiras, nuestras contradicciones), nuestros errores recurrentes,
nuestras sucesivas etapas de reinvención (donde negamos todo lo que fuimos),
todo ello afecta de tal modo que definir el amor sin todo lo que le rodea es
hacer un ejercicio de falsa ficción. Rosa, por el contrario, nos vuelve a
demostrar que la ficción puede ser el instrumento más eficaz para darnos cuenta
si lo que vemos cuando nos miramos en el espejo es lo que queremos ver (y lo
que queremos que vean de nosotros).
He
terminado Feliz final entusiasmado y abrumado, dándome cuenta de lo importante que
es cuidar a autores como Isaac Rosa. Porque hay pocos y cada vez se les valora
menos. Así que desde aquí solo puedo animar a que perpetréis este acto de
supervivencia literaria cada vez más en extinción que consiste en emplear
vuestros próximos veinte euros en comprar maravillas como esta. No os
arrepentiréis.
Comentarios
Publicar un comentario