Nos
entusiasman las propuestas literarias arriesgadas, las inclasificables, las que
uno no sabe en qué lugar colocar de la estantería. Tanto nos fascinan, que ya
tenemos nuestros espacio donde clasificar lo inclasificable
Hace unos
meses llegó a través de una persona cuya generosidad a veces me sorprende
descubriéndome a lo que de otra forma nunca hubiera llegado. Y así he llegado a
El bombero de Pompeya, una antología de relatos creados por Miguel Ángel García
Argüez, uno de esos inclasificables de los que os hablaba.
Que sí, que
las historias tienen un principio. Y un final. Y las épocas un tono y una
narrativa, y las líneas temporales son sagradas cuando uno quiere contar una
historia como Dios manda. Ya lo sabemos, y ya sabemos qué leer y a quién leer
cuando queremos orden y limpieza. Pero luego nos encontramos estos desvíos y
nos encontramos con la que literatura es y debe ser una fiesta, una continua
transgresión, una catarsis permanente. Y entonces uno puede cargarse las
coexistencias temporales tradicionales y establecer como regla que no hay
reglas, y hacer escuchar música rock a personajes ancestrales, y a confundir el
presente en forma de exploración arqueológica con el submundo otra real y ahora
solo recreado en la historia de amor más transversal de los últimos tiempos.
Y el Caballo
de Troya no nos remite a la Odisea sino al cine quinqui de Eloy de la Iglesia,
donde Aquiles escucha a The Doors, y Batman pasa sus últimos días en un geriátrico
junto a otros superhéroes en una versión del “Éramos tan felices” de Felicidad
Blanch, y Noé, el del Arca, hasta los cataplines por los planes imprevistos que
amenazan a su arca. Y, como eje central por dar nombre al libro, el bombero que
Pompeya que huye hacia lo que le (nos) da la vida y se (nos) la quita casi
siempre, el amor políticamente incorrecto.
Qué fácil
parece escribir cuando el que lo hace lo hace así de bien. Y qué fácil parece
contar la vida sin contarla y contar cantando y rimando sin música y sin
poesía, aunque lo que sobra en este libro es eso precisamente: música y poesía.
Libros de la
Herida rescató esta joya de Miguel Ángel García Argüez y confirma que a veces la novedad no es lo
nuevo sino el desempolvado de lo no nuevo, que a veces brilla más que lo que se
vende como nuevo. Un libro que leer y recomendar, cuya difusión se nos antoja
imprescindible y obligada. No nos sobran grandes autores, y descubrir a uno
nuevo sigue alimentando nuestras esperanzas de futuro como insaciables lectores.
Gracias de nuevo, Pablo. Muchas ganas de seguir explorando a Argüez, al resto
de su abanico creativo (novela, poesía, teatro, música, o de todas las mezclas
posibles). Trataremos de seguir su pista.
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