En otra de mis
felices lecturas de verano, he saldado mi deuda con Ryszard Kapuściński, uno de los
escritores más importantes del siglo XX, cuya obra es universalmente reconocida
en el género de la literatura periodística. Ébano es uno de los grandes
clásicos sobre África del siglo XX, y su ya legendario prólogo es toda una
declaración de intenciones para lo que le espera al lector en el resto del
libro:
He vivido unos cuantos años en África. Fui allí por
primera vez en 1957. Luego, a lo largo de cuarenta años, he vuelto cada vez que
se presentaba la ocasión. Viajé mucho. Siempre he evitado las rutas oficiales,
los palacios, las figuras importantes, la gran política. Todo lo contrario:
prefería subirme a camiones encontrados por casualidad, recorrer el desierto
con los nómadas y ser huésped de los campesinos de la sabana tropical. Su vida
es un martirio, un tormento que, sin embargo, soportan con una tenacidad y un
ánimo asombrosos.
De manera que éste no es un libro sobre África, sino
sobre algunas personas de allí, sobre mis encuentros con ellas y el tiempo que
pasamos juntos. Este continente es demasiado grande para describirlo. Es todo
un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza
extraordinaria. Sólo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos
“África”. En la realidad, salvo por el nombre geográfico, África no existe.
He releído
varias veces este prólogo y lo he compartido con muchos amigos porque describe
a la perfección lo que nos ocurre no solo con África, sino con otras muchas
opiniones formadas sobre realidades de las que solo conocemos una pequeña,
reducida e injustificadamente simplificada parte de las mismas. En estos
tiempos de titulares que nos ahorran tiempo de análisis y reflexión, de rápida
obsolescencia de la información (lo importante de hoy ya no lo es mañana) y de
la institucionalización del sensacionalismo como forma de crear opinión
política, parece legítimo opinar sobre cualquier cosa sin el más mínimo
conocimiento razonable. Este prólogo nos ayuda a entender que esta tendencia no
es nueva: África es el paradigma de la simplificación, y hablar de este
continente es similar a pretender considerar igual a un sevillano y a un
finlandés.
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Un gráfico intuitivo para entender la inmensidad del continente africano |
Hecha esta
reflexión, volvemos a Ébano. Kapuściński recorre en él más de 30 años viviendo
de forma intermitente a lo largo y lo ancho del continente africano. Y a través
de sus capítulos, y de su experiencia, conocemos realidades sociales, políticas
y vitales de lugares tan remotos como Ghana (ahí comienza el viaje), Tanzania
(entonces dos países, Zanzíbar y el primer golpe de estado del que es testigo
el periodista, y Tanganica), Etiopía, Uganda (apasionante país condicionado por
sus fronteras y por un poder militar despiadado y populista) o Liberia
(apasionante historia de un país donde su bello nombre explica su formación y su
tragedia).
Con Kapuscinski
vivimos sus enfermedades, su contacto con grupos revolucionarios para vivir de
cerca conflictos y cambios de régimen, sentimos la piel de África, sus
cotidianidades y sus grandezas, su compleja estructura social donde las
familias, los clanes y las tribus explican mejor el devenir de un continente
que las artificiales fronteras impuestas desde occidente.
Porque entre
vivencia y vivencia el autor reflexiona, y lo hace para construir un ensayo muy
bien estructurado y documentado, que retorna de forma recurrente a la
explicación (o a una de ellas) de la gran tragedia africana: la que nace con la
ir(responsabilidad) de Europa, el continente vecino con su interesada
colonización y su despiadado reparto de África, con la formación de fronteras
inexistentes, países inexplicables y conflictos derivados de imposible
solución.
Kapuscinski es,
además un gran creador de imágenes, y logra hacernos ver con palabras lo que
hemos visto en imágenes durante años: que las guerras en África son guerras de
niños (siempre lo han sido en definitiva) y que el oprimido acaba
convirtiéndose en opresar con más frecuencia de la deseada (la descripción del
cruel asesinato del dictador ugandés Samuel Doe es muy difícil de olvidar).
Ébano es un
libro fundamental si quieres conocer un poco más de cerca el continente
africano, tanto si ya has viajado a alguno de sus países como si aún tienes
pendiente el viaje. Lo bueno de haber comenzado a disfrutar de la obra de
Kapuscinski es que su obra es extensísima e interesantísima, y en ella, además
de África, ha explorado muchos de los grandes conflictos (guerras, golpes de
estado, dictaduras, revoluciones) de la humanidad a lo largo de Asia, Europa y
América durante el siglo XX.
Termino con una
de las narraciones que más me ha gustado y que solo es una muestra de las cosas
que te llevas de este libro. Kapuscinski cuenta que en algunas aldeas de África
la vida se construye alrededor de los árboles. Si en la aldea hay un maestro,
el espacio bajo el árbol sirve como aula escolar. Al divisar desde lejos uno de
ellos, podemos tranquilamente dirigirnos hacia él, sabiendo que allí
encontraremos gente, un poco de agua e, incluso, tal vez algo de comer. se
relatan los acontecimientos del día y se cuentan historias en que se mezclan lo
real y lo imaginario, cosas alegres y las que despiertan terror. Cuando el
árbol muere, la comunidad queda huérfana, y desaparecen las historias, y por
tanto la vida. Esta bella metáfora (real en África) podría hacernos pensar y
buscar a nuestro alrededor esos árboles en torno a los cuales hablar, debatir y
darnos la mano para conseguir caminar juntos hacia el futuro.
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