Después de algún tiempo he vuelto a la novela
gráfica, género que tantas satisfacciones me ha dado. Ningún adulto que se
precie debería privarse del placer de entrar en una historia contada no solo
con palabras, sino con imágenes que las potencien (o que las sustituyan, según
el caso).
Tenemos ante nosotros Un poco de humo azul, un novelón (gráfico,
pero novelón) publicado en Francia hace casi 20 años, y que ahora rescata
exitosamente la siempre acertada editorial Astiberri.

La acción se desarrolla en un país de Europa
del Este que salió (en el presente del relato) de una dura dictadura comunista.
Un fotógrafo para en un hotel de carretera y escucha la historia en los años de
dictadura de Marta, la joven camarera que le atiende y con la que entabla una
relación. Su historia es la historia de amor con un preso que conoce cuando
este es trasladado todos los días en camión desde la prisión hasta el centro de
tortura, muy cerca del hotel de sus padres (su todavía actual lugar de trabajo).
En este trayecto, madres e hijas persiguen al camión para intentar consolar a
sus hombres, y la protagonista de la historia decide representar este papel
para el hombre solitario al que nadie va a consolar. Una historia de amor sin
palabras en principio y donde Marta encuentra a su gran amor y con él una forma
de comunicarse que la llevará hasta el recuerdo presente.
La relación del fotógrafo (al que suponemos
narrador) y Marta camina en paralelo con la historia con el soldado preso, lo
que transforma el relato en una historia paralela (en momentos temporales
diferentes) y circular (por el final que no desvelo de la historia).
Una novela muy recomendable si queréis
regalar literatura gráfica como recomendación para vuestros amigos y familiares
lectores que aún no hayan probado este maravilloso manjar.
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