A principios de año pudimos disfrutar de Apegos feroces, una novela como la vida de Vivian Gornick y principalmente sobre la relación con su madre, una inmigrante de la vieja escuela frente a la vida de su hija, escritora, divorciada, libre. Un libro absolutamente recomendable. Por lo tanto encontrar la publicación de La mujer singular y la ciudad fue un regalo de verano inesperado.
Continuación natural de Apegos feroces, en La mujer singular y la ciudad Vivian Gornick sigue mostrándose como una mujer lúcida, sensible e insobornable que, siendo la realidad como es, no acepta su lugar en el mundo.
La mujer singular y la ciudad es un mapa fascinante y emotivo de los ritmos, los encuentros fortuitos y las amistades siempre cambiantes que conforman la vida en la ciudad, en este caso Nueva York –una ciudad, nos dice Gornick, que hace soportable su soledad–. Mientras pasea por las calles de Manhattan, de nuevo en compañía de su madre o sola, Gornick observa lo que ocurre a su alrededor, interactúa con extraños, busca su propio reflejo en los ojos de un desconocido. Y se reconoce en su amistad de más de veinte años con Leonard –un hombre que vive su propia infelicidad con sofisticación y que la ha ayudado «a comprender la misteriosa naturaleza de las relaciones humanas más que ninguna otra relación íntima que haya tenido»–, pues ambos comparten la necesidad de encontrar un agravio que combatir.
Un homenaje a LA CIUDAD, la ciudad de Nueva York. Podríamos separar el mundo entre dos tipos de personas, las que adoran las ciudad y el jaleo y las que necesitan la tranquilidad y la libertad del campo. En este libro nos habla de las primeras. Quizá para algunos sea difícil de comprender, yo lo entiendo perfectamente porque a mí me pasa lo mismo. La ciudad, disfrutar de la intimidad que ofrece y a la vez poder observar a miles de seres humanos alrededor. Vivian Gornick nos ofrece su punto de vista de los diferentes barrios de Nueva York, de su paso por ellos, de lo que significó salir de las afueras para disfrutar el centro, el epicentro del mundo. La ciudad es un personaje clave de la novela, el más importante.
El segundo personaje recurrente es su madre, aunque al contrario de Apegos feroces, aquí aparece la parte más anecdótica de su madre que ya se intuía en el anterior libro. Toda una personalidad, con sus propias ideas y su bagaje cultural. La típica madre judía de serie estadounidense, que puede ser muy adorable si no eres su hija, claro. Los fragmentos dedicados a ella son imperdibles.
Y finalmente su amigo Leonard. Un amigo tan peculiar como ella. Un amigo que le hace deprimirse con su sarcasmo y su pesimismo y que por ello limitan sus citas a un día a la semana. Pero son ditas imprescindibles para ella ya que es el único que puede entender a “la mujer singular” en la que se ha convertido. La mujer que no quiere ser madre, que está divorciada, a la que no le interesa la moda… Una mujer de su tiempo pero que a la vez sigue siendo la menos común.
Como decía al principio, para mí, una de las novelas de este año. Me encanta el personaje de Vivian Gornick, aún más al ser real, me encanta su forma de escribir y sus reflexiones acerca de la mujer, que se salen del feminismo más teórico para mostrarnos la realidad y las confrontaciones que tenemos que vivir en constante comparación con lo que es lo tradicional. Si le dais una oportunidad, os deslumbrará.
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