Voy a compartir durante este primer mes
post-vacacional mis lecturas veraniegas, de unos meses que han sido muy
fructíferos y donde he descubierto grandísimas lecturas, algunas de ellas de
verdaderas joyas que llevaban mucho tiempo – años en algún caso – esperando en
mis estanterías de libros pendientes.
Voy a comenzar reseñando en un orden no
cronológico, impulsado únicamente por mis ganas de contaros cuánto de bueno he
leído bajo la sombra de una sombrilla en las apacibles tardes de Julio.
El refugio de los
canallas me
surgió como posible lectura con el libro El eco de los disparos, el antológico libro de Edurne Portela donde nos
invitaba a acercarnos al conflicto vasco con una mirada abierta y periférica,
sin los clichés propios de los prejuicios inevitables en asuntos a menudo tan
polarizados. El eco… enriquecía el discurso predominante (y masivamente
aceptado) que libros como Patria
impusieron (e imponen aún) en el discurso social establecido. La lectura del
libro de Portela se convierte en una herramienta de sugestión para conocer
otras miradas, otros discursos, menos cómodos, más complejos, evidentemente
turbios.
Es ahí donde apareció en mis lecturas He visto ballenas o Mejor la ausencia (de la propia Portela), de los que ya os he
hablado, Letargo, que reseñaré
próximamente, o este Refugio de los canallas, que merece un
espacio de honor en esta selección de títulos.
Lo primero que me ha llamado la atención de
libro es su flamante y reciente condición de ganador del Dashiel Hammet deNovela Negra, premio que cada año otorga la Semana Negra de Gijón (aquí hemos
reseñado desde nuestros inicios las magníficas Subsuelo, de Marcelo Luján, y Madrid Frontera, de David Llorente). Y me ha llamado la atención porque no tengo
nada claro que se trate de una novela de género, es más, no lo es. Por eso la
nominación (y el posterior premio) me parece desconcertante y brillante al
mismo tiempo, y demuestra que el festival literario de la localidad asturiana –
uno de los más importantes de España - está más vivo que nunca, buscando
permanentemente la renovación.
Efectivamente, El refugio de los canallas no es una novela negra, aunque, como
explicará más adelante, utiliza algunas de las técnicas del género, eso sí, en
un contexto absolutamente diferente al que estamos acostumbrados a leer.
El libro hace un repaso, en forma de ficción
pero con precisión quirúgica, a los años de violencia vividos en el País Vasco
en torno a la actividad de ETA; un tema conocido y manido, pero enriquecido en
este caso con otros conflictos paralelos, que se cruzan y que se contaminan
permanentemente: la historia del GAL, paradigma de la guerra sucia contra el
terrorismo y los conflictos familiares en torno al terrorismo. Son estos
últimos los que representan de manera sobrecogedora el ambiente esquizofrénico
que fue necesario soportar en la sociedad vasca durante décadas. Historias
cruzadas, sentimientos contradictorios y sobretodo líneas muy finas – a veces
invisibles, otras veces borradas – donde hablar de buenos y malos es perderse
la parte más importante de la historia.
Este cruce
inicial de historias solo es el principio: El padre de la asesina también fue
militar, y también fue asesinado por el que luego se convierte en compañero en
la banda terrorista de la chica. Y es solo el principio. El juego de espejos
continúa, y lo más sobrecogedor es que todo lo narrado es verosímil.
El refugio de
los canallas es ante todo un relato riguroso sobre los años más duros de
violencia terrorista en España, y el autor utiliza hechos y datos reales y
contrastables. Además, la estrategia narrativa está llena de datos y de fechas,
y la narración está llena de detalles, algunos parte de la historia “oficial”,
otros de la historia “no oficial” y algunos otros de historia de pura
“ficción”. Es en cierto modo, un modo de narrar que podría parecer inspirado al
utilizado por Javier Cercás. Su relato sobre el 23F (Anatomía de un instante) es un ejemplo perfecto de rigor histórico
(entendiendo la historia como la oficial más la sobreentendida) y ficción. El
autor, con esta hábil treta se permite el lujo de forzar la narración de un
relato real para acentuar episodios que así lo merecen o de poder mezclar lo
que realmente pasó con lo que pudo pasar, o con lo que pasó pero nadie se
atrevió a escribir.
Esto es
exactamente lo que ha hecho Juan Bas, con una diferencia: él no ha utilizado
nombres reales, pero los nombres y personajes que aparecen en la historia son
tan fácilmente identificables con los históricos que es inevitable ser
consciente en todo momento de que lo que se está leyendo es la historia
realmente ocurrida. Desde el presidente del gobierno hasta los terroristas más
importantes de la época, pasando por los principales responsables oficiales del
GAL están en el libro con detalles y precisión casi enciclopédica.
Como decía, hay
mucha novela negra en la novela, el relato cronológicamente narrado (aunque
desordenado) que permite al lector ir encontrando poco a poco las piezas del
complicado puzle, los ambientes opresivos, la estética policial y criminal que
envuelve a los pistoleros de ambos bandos, la impecable construcción de
personajes (la del policía José Arnedo, o José Amedo, como ustedes prefieran)…
Todo el libro destila género negro por los cuatro costados, y sin embargo… no
es una novela negra.
Qué deciros
más, que me parece que ahora sí nos estamos acercando a la gran novela sobre el
País Vasco. Difundamos y defendamos estas lecturas como mecanismos de reflexión
y debate, sin miedo a cambiar nuestra opinión, y sin rubor a expresar la que
previamente tenemos.
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