Os voy a dejar mis impresiones
sobre Fariña, el libro de Nacho
Carretero y Libros del KO, en boca de todos (lectores y no lectores) por la
orden de secuestro que decretó un juez hace unas semanas y que provocó la
paralización de la reproducción y distribución de la obra. Intento repasar mi
opinión del libro (y de lo que no es el libro) en cuatro o cinco pinceladas (ya
veremos)
Hablemos del libro. Se trata de la historia del narcotráfico en
Galicia desde sus orígenes (que se remontan a los saqueos de barcos que
naufragaban en la costa gallega y que tienen como referente más cercano el
contrabando de tabaco como parte del paisaje de una realidad incuestionable).
El autor disecciona el intrincado laberinto que el narcotráfico supone en una
sociedad donde sociedad, poder y política consentían y aplaudían (o en el mejor
de los casos miraban hacia otro lado) la participación del negocio de la droga
en Galicia.
Se trata de periodismo. El libro es riguroso, preciso y certero.
Inequívoco en su rumbo, en algunos casos con nombre y apellidos. (Casi) nadie
queda indemne: políticos (fundamentalmente del PP, monopolista del poder en
Galicia durante casi cuarenta años, pero no solo el PP) y una sociedad que
llegó a normalizar el narcotráfico como parte del escenario vital. Pero
insisto, se trata de una crónica periodística pura y dura. Nada de lo que
recoge Fariña nos va a sorprender si hemos sido lectores más o menos
inquietos de prensa o consumidores de actualidad.
¿En qué ha consistido el delito? Que conste que lo que doy es mi
opinión personal. Todo lo ha desencadenado la demanda de José Alfredo Bea
Gondar, ex alcalde de O Grove, procesado en primera instancia por narcotráfico
en la Audiencia Nacional, pero cuya pena anuló el Tribunal Supremo
(supuestamente por un defecto de forma, supuestamente por la no validez del
testimonio de un arrepentido, supuestamente por no haberse producido los hechos
que motivaron la condena, uno puede quedarse con cualquiera de las versiones
dependiendo de a quién escuche). Nacho Carretero hace referencia en dos
ocasiones a este episodio, no a la condena y a su posterior anulación, sino al
hecho que provocó dicha condena (un coche a nombre de Bea Gondar que
transportaba 30 kilos de cocaína con destino a Madrid proveniente de un alijo
de 2.000 kilos que sirvió para desentrañar una trama mayor). En resumen, el
error del periodista es (creo) no revelar que lo contado fue reinterpretado por
la justicia posteriormente y no fue constitutivo de delito. Y esa omisión deja
espacio para el injuriado y para que la justicia se posicione. Os dejo un buen resumen del asunto por parte de Manuel Jabois en El País.
¿Para qué sirve este secuestro? En mi opinión, insisto, para nada. Al
menos para nada relacionado con el restablecimiento del honor del injuriado. Es
decir, el secuestro del libro ha servido para que todos conozcamos la historia
(y saquemos nuestras propias conclusiones, que pueden distar mucho de lo que en
su día sentenció el Tribunal supremo). La verdad, en definitiva, nada tiene que
ver (ni debe) con la justicia. Son cosas distintas, y no necesariamente
incompatible. Por tanto, el injuriado se debe sentir igual o peor tras el
secuestro del libro, que no frena (sino todo lo contrario) la onda expansiva
que ha supuesto su difusión mediática. Con lo que se lee en España y la
difusión que un libro de estas características puede tener en el mejor de los
casos (¿15.000 ejemplares, 20.000 quizás?) este es uno de esos casos en el que
el remedio es peor que la enfermedad. Todo el mundo sabe de Fariña y de Bea Gondar ahora, y el libro
salió a la luz en 2015. Las noticias están al alcance de cualquier ciudadano curioso.
¿Leer Fariña es un delito? Es decir, ¿escribir esta reseña lo es?
¿Alguien va a averiguar cuándo y dónde compré Fariña? ¿Necesito cuidar los
límites de las palabras subjetivas que vierto sobre un libro prohibido?
Permitidme desvelar parte de la respuesta, pero como decía en el punto
anterior, secuestrar un libro físico en un mundo donde las palabras fluyen por
el espacio a mayor velocidad que la capacidad que tenemos de procesarlas es
anacrónico y ausente de toda efectividad. Quiero pensar que el juez no domina
las herramientas periodísticas y literarias a su disposición, pero alguien
podría recomendarle que una nota de prensa anexada al libro hubiera sido
suficiente en el propósito de restablecer el honor del injuriado. Nada más. Por el momento, se evita cualquier intento de lectura al margen de su distribucion comercial.
Podría deciros que leáis Fariña, que merece la pena, que vais a
conocer más de una historia necesaria y apasionante, que os informéis y que no
habléis de oídas. Y que luego veáis la serie y valoréis cómo se puede
transformar una crónica periodística en una obra notable de ficción. Os pediría
que corrieseis a comprar Fariña a vuestra librería de confianza. Pero no sé si puedo.
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