Los que mejor nos conocéis sabéis de nuestra predilección
por las propuestas literarias heterodoxas, fuera de norma, que abran nuevos
territorios, con el riesgo que ello supone, y las posibilidades de fracaso
intrínsecas en tan osada empresa. Afortunadamente, este no es el caso. Os
presentamos Ella siempre está, de José González.
Con el pulso perturbador del que nos permite asomarnos a la
intimidad de una relación personal y familiar, el autor construye un relato
narrado a impulsos, con retazos, recuerdos y reflexiones para los que hay que
hacer un esfuerzo no apto para lectores que buscan facilidad de procesamiento.
El autor recorre con ciertas reminiscencias oníricas la
relación entre dos hermanos, las tensiones, complicidades, las decepciones, los
traumas, las frustraciones. El autor se convierte en parte del propio relato
compartiendo con el lector sus propias dificultades para abordar el tema.
Porque Ella siempre está es un libro
escrito con palabras que casi nunca se utilizan, o que se utilizan para otra
cosa. Porque cuenta lo que no se cuenta porque o no se puede contar o es tan
difícil de hacerlo que casi nunca nos atrevemos. Y cuando nos atrevemos casi
nunca conseguimos que se nos entienda. Esa es la premisa y la dificultad del
libro, pero también su gran virtud. La que lo hace único, una pequeña joya que
nos ata a él con la misma fuerza con la que nos puede repeler.
Mi más sincera enhorabuena a José González por esta pequeña
obra de arte, que nace ya con la consciencia de no pretender conquistar grandes
plazas sino con la serenidad del que sabe que sus territorios son más
discretos, pero no por ello menos prestigiosos. Aquellos donde residen las
obras perdurables y los escritores dignos de llamarse como tales.
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