Una reseña de enesemomentodeldia
Tengo una relación complicada con las sagas, las trilogías, el
“continuará”, las series que te dejan con el corazón en un puño. Por un lado,
disfruto enormemente, y en el caso de los libros, soy incapaz de resistirme a
empezar una historia que se divide en dos, tres, cuatro, cinco partes, más
incluso. Empiezo con ganas, termino el primer libro y me aseguro de tener ya a
mi disposición el siguiente, continúo con una voracidad reservada
exclusivamente para estos casos.
Pero sin embargo, a partir del segundo libro me invade la impaciencia. Por
un lado, quiero, necesito saber hacia dónde va todo este tiempo que estoy
invirtiendo, y el que me queda, por otro, quiero disfrutar sin preocupaciones,
como siempre que leo un libro (parto de la base de que me está gustando claro,
si no, cuando son varios libros no doy segundas oportunidades). Y así, la
lectura se convierte en una dualidad: la incomodidad que me produce la
impaciencia se mezcla con la sensación de seguridad que tengo al saber que está
buena historia no termina al llegar a la última página, que hay más.
Y cuando llego al final de la historia, las emociones se multiplican: un
buen final se convierte en un broche de oro, un premio casi; un final
decepcionante pasa a ser algo ridículo, una tomadura de pelo, una pérdida de
tiempo inaceptable.
En este contexto tenéis que situar la reseña de hoy, una tetralogía: la
saga Dos amigas, de Elena Ferrante. Poderosa es la palabra que me vino a la
cabeza cuando la terminé; rotunda, completa, agotadora. No por el esfuerzo de
leerla sino por las emociones que provoca, porque el dejarse llevar por el
argumento, el identificarse con alguna de las relaciones que se describen,
requiere fuerza y lucha. Sí, hay que luchar por no permitir que te arrase por
dentro: son cuatro libros, hay que mantener las fuerzas.
En este contexto abordamos la historia, la gran historia de una ¿amistad?
Sí, podemos decir que es una amistad, dos vidas entrelazadas desde la infancia,
Elena y Lina, o mejor aún, Lina y Elena (si leéis el libro entenderéis que el
orden es importante). Todo ello contado por Elena, que en ningún momento
pretende ser objetiva, que plasma sus debilidades, sus vergüenzas y sus miedos,
y el transcurrir de sus vidas con el barrio de Nápoles en el que nacieron como
eje vertebrador.
Así, el entorno se convierte en otro de los protagonistas de una historia
en la que cada personaje cuenta, puesto que cada uno de ellos moldea con su
influencia en la vida de Elena parte de su personalidad. Me gustó enormemente
esta idea, que surgió con fuerza ya desde el inicio: somos la suma de las
personas con las que nos relacionamos, tanto de las que nos han querido como de
las que nos han odiado, incluso de aquellas que nos han ignorado. Todas ellas
han quitado, puesto o remendado algo de nuestra personalidad.
Nápoles, el paso por otras ciudades italianas, el ambiente de barrio
marginal, la familia, los conocidos, los enemigos, los amigos... todo ello
imaginadlo como una esfera, y en su núcleo, la relación entre las dos protagonistas.
He dicho relación y no amistad, porque aun habiendo terminado de conocerla, no
sabría cómo calificarla. Es un ejercicio valiente por parte de la autora porque
complica mucho la forma de contar una historia que en otras manos sería mucho
más simple.
Ese núcleo es el que se va desenvolviendo a lo largo de toda la novela, y
el que nos obliga a reflexionar sobre nuestro propia esfera, nuestro mundo.
Fijaos que en el centro del de la protagonista no he situado a la familia, al
trabajo, hijos... sino a su relación con Lina. Leer estos libros me ha hecho
reflexionar sobre “mi esfera”. Su núcleo, quienes están en su interior y
quienes se han quedado en la superficie, si encuentro algún reflejo de las
relaciones descritas en mi propia vida... es fascinante y como decía al
principio (ahora se entiende mejor, ¿verdad?) agotador.
Como curiosidad añadiré que el nombre de la autora, Elena Ferrante, es un
seudónimo, no se sabe quién se esconde detrás, las entrevistas que ha concedido
han sido en formato electrónico y solo conocen su identidad sus editores
italianos. Al final del libro la propia autora (o autor) ofrece una razón para
este secreto, que a la vez es una razón más para leer sus libros, y que me
parece el mejor broche para esta reseña: “No me arrepiento de mi anonimato.
Descubrir la personalidad de quien escribe a través de las historias que
propone, de sus personajes, de los objetos y paisajes que describe, del tono de
su escritura, no es ni más ni menos que un buen modo de leer”
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