En Navidad pude disfrutar de uno de esos libros perfectos para el invierno. Un misterio en las calles de París del Siglo XIX. Un libro muy entretenido que hace de las delicias de una amante de los misterios de época como yo. Su autor, uno de los pioneros de la novela policíaca, nos plantea un misterio de habitación cerrada. Un clásico del que ya hemos hablado alguna vez, pero esta vez en un ómnibus de la época. Para rizar el rizo.
Nos encontramos en París en 1878. Una joven muere misteriosamente en un ómnibus de la ciudad. El pintor Paul Freneuse —testigo de la escena—, al darse cuenta de que la joven que viaja junto a él está muerta, comienza a pensar que tal vez ha sido asesinada sin que ningún pasajero se haya dado cuenta, y comparte su deducción con su amigo Binos. Freneuse debe ocupar su escaso tiempo en completar el cuadro que presentará a la Exposición Universal, pero Binos no cejará en la investigación del crimen. El lector hará entonces un recorrido por el París más bohemio, con pistas salpicadas en cada capítulo —una aguja envenenada, el fragmento de una carta…—, una historia de amor, un par de asesinos particularmente audaces, un policía profesional…
El libro comienza con la introducción de Juan Mari Barasorda en la que nos muestra la vida del autor. Desconocido para mí. Su biografía es bastante interesante, y es uno de los atractivos más del libro. Un plus con el que la editorial dÉpoca acierta. Proveniente de una familia de origen aristócrata, Du Boisgobey vivió la Revolución y es un exponente del folletín de la talla de Dumas. Anterior a Conan Doyle, es un precursor de la novela policíaca en Francia y en el resto de Europa. Fue un autor de éxito. Best seller en su momento histórico.
Aunque se clasifique entre los crímenes de habitación cerrada, es algo más que aquellos ya que el cómo lo descubrimos casi desde las primeras páginas, incluso a los culpables y es el proceso criminal, sus consecuencias y actos posteriores lo que más puebla las páginas de esta historia. Pero bueno, para nuestra diversión, sigamos considerándolo un enigma de habitación cerrada pero en movimiento. Como lo sería posteriormente Asesinato en el Oriente Express o Muerte en el Nilo.
Eso sí, aquí trabajamos con el detective aficionado. Dos, en este caso. Freneuse y Binos. Ambos pintores, el primero de éxito y sin necesidad de inmiscuirse en ningún misterio. Pero da la casualidad de que se encuentra en el carruaje en el momento del asesinato. Es más, la joven asesinada cae en sus brazos. Su amigo Binos, como pintor disoluto y bohemio, decidirá hacerse cargo de la investigación.
Es de esas novelas en las que el azar participa como un personaje más ya que resulta increíble cómo se entrecruzan los personajes entre ellos, algo característico de un folletín de la época, al igual que en el mismísimo “Los tres mosqueteros”. Añadimos también el drama familiar y romántico, lo cual hace que la novela te haga pasar un rato sumamente agradable.
Con ellos tenemos de telón de fondo París, la vida bohemia de Pigalle y Montmartre, la vida de los pintores y sus modelos. Llama la atención la pobreza de las modelos italianas que utilizaban los pintores, siendo ésta la trama particular que se utiliza para desarrollar el misterio.
La historia es muy entretenida, con momentos álgidos de acción y una perfecta secuenciación de los actos. Se denota un autor muy experimentado en el tema. Un estilo ameno, unos diálogos muy divertidos incluso habiendo desvelado el misterio del asesinato. Tiene mérito seguir manteniendo el interés pasado ese punto. Además, siendo bastante predecible, no deja de ser atractivo continuar con su lectura hasta el desenlace.
Comentar que la edición sigue en la línea de las obras anteriores. Hermosas ilustraciones y un cómodo y bello formato. Un libro perfecto para los amantes de los misterios de época.
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