Hay espacios reservados para la literatura más allá del puro placer
lector, de la evasión y del puro divertimento. Conocer mundos no vividos en
nuestra vida real, viajar a lugares inaccesibles de otro modo o conocer vidas
ajenas y descubrir cómo serían nuestras propias reacciones en situaciones muy
distintas a las nuestras supone un placer añadido e imprescindible para los que
buscamos en los libros una forma de simultanear múltiples vidas.
Dentro de este segundo universo de libros, se encuentran aquellos que,
dentro del espacio ocupado por la ficción, nos invitan a la reflexión y al
debate, y que sirven de análisis de realidades complejas más allá del rigor de
la crónica precisa a la que se ciñe la no ficción. Aquí aparecen propuestas
como Mejor
la ausencia, de la escritora vasca Edurne Portela, que se estrena con
esta obra en el género de la ficción (con todos los matices expuestos
anteriormente).
Mejor la ausencia tiene como precedente inmediato
el libro anterior de la autora, El eco de los disparos, un ensayo
con interesantes tintes de ficción donde Portela nos mostraba el crisol de
expresiones artísticas concebidas en torno al conflicto vasco en las últimas
décadas. La autora reivindicaba en su obra a todos aquellos artistas
(escritores, cineastas, fotógrafos) que, lejos de imponer un discurso cerrado
sobre el tema, asumían la complejidad del problema y lo incorporaban a sus
propuestas, alentando el debate a través de la mirada del otro, del más alejado
a nuestras ideas preconcebidas, permitiéndonos enriquecer nuestra mirada a
través del foco en las periferias. Ya os hablé en su día de la catarsis que
supuso ese libro para mí, en un momento donde el virus Patria nos hacía correr el riesgo de perder la
perspectiva (riesgo siempre amenazante en los discursos tendentes a la
simplificación).
Como si de una continuación natural se tratara (hay evidentes espacios
comunes en ambos libros), Mejor la
ausencia narra en primera persona las vivencias de Amaia (¿libre alter ego
de la autora?) en dos actos: Primero desde la niñez a la adolescencia (en una
suerte de diario personal) y por último ya en la edad adulta, años después,
donde Amaia regresa a los lugares y espacios relatados en la primera parte.
Es la historia de la familia de Amaia en el país vasco de los años 80,
en el periodo más gris y duro del conflicto, donde la violencia no solo es el
paisaje de fondo, sino el escenario principal. Una padre con una vida llena de
espacios oscuros, activista de la lucha armada (con enigmas que poco a poco se
van despejando a medida que Amaia crece) y golpeando con una violencia brutal y
real que particulariza en su esposa, con tres hermanos cuya experiencia con la
violencia y con los traumas colaterales recorre caminos completamente
diferentes, con la droga, el entorno abertzale y sus estragos, y la huida como
solución y salida), y por último con la madre de familia, ejemplo visible y
representativo de lo que todo el daño que este entorno autodestructivo y hostil
puede causar en una persona que sufre el fuego cruzado de todos los frentes.
Mejor la ausencia es la historia de todo el
destrozo que un conflicto como el vasco puede causar más allá de lo evidente,
como actúa la banda sonora omnipresente de una película muda. Y de la historia
de las mujeres a lo largo de estos años, víctimas silenciosas de una estructura
social (¿militar? ¿político?) que salvo excepciones es dolorosamente
patriarcal, impositivo y claustrófico.
Mejor la ausencia es una obra monumental,
necesaria y cuyo legado crecerá con el tiempo, veréis como no me equivoco. El
trono de Patria parece haber
encontrado a un legítimo heredero.
Vuelvo a recomendaros El eco de
los disparos como punto de partida para iniciar una reflexión poliédrica
sobre un conflicto que ha marcado nuestra historia reciente. El libro nos ha
permitido descubrir obras tremendas, cruciales en perspectiva, de un indudable
valor artístico. Aquí os dejo con las que más he disfrutado, y de las que os
hablaré en el blog en las próximas semanas: He
visto ballenas (Javier de Isusi, Astiberri), Letargo (Jokin Muñoz,
Alberdania) y Asier eta biok (Aitor Merino). Aunque no aparece en el libro (es
posterior y nace en cierto modo a partir de El
eco..) Mejor la ausencia se ha convertido en una novela esencial para todos
los lectores que necesiten libros que les marquen el norte y que den pistan de
dónde mirar si queremos señalar a los escritores del futuro de nuestras letras
y de nuestros espacios de reflexión políticos, sociales y vitales, tan
necesarios en nuestros días.
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