Regresar a la literatura de Ray Loriga es
hacerlo al lugar desde el cuál aprendí a amar los libros y las historias
contenidas en ellos. Aún recuerdo como si fuera ayer cuando llegó Héroes a mis manos, en plena postadolescencia,
cuando nuestro yo actual está aún por hacer y la línea que une las buenas de
las malas decisiones es especialmente delgada. Héroes fue para mí la novela que lo cambió todo. Nunca había leído
nada parecido, y muchas de las cosas expresadas por el autor a través de la
mente del protagonista me hizo pensar en que gran parte de mis sueños y de mi
capacidad para transportarme a otros tiempos y lugares se encontraban entre las
páginas de un libro.
Después llegó Lo peor de todo, y más adelante, con una fuerza también
desconocida, Tokio ya no nos quiere.
Lecturas próximas a la revolución que todo lector espera encontrar al abrir un
libro.
Luego llegaron otras novelas que me alejaron
para siempre (al menos así lo entendí es su momento) de Ray Loriga. De la misma
forma que el primer amor es de una intensidad difícilmente superable pero se
olvida, las novelas posteriores del autor estaban muy lejos de lo que yo ya
esperaba de él y de la literatura. Recuerdo algunos, Trífero, Ya sólo habla de
amor, Za Za, emperador de Ibiza… No sé si fue el o fui yo, pero el idilio se rompió, y otros ocuparon
su lugar. Siempre mirándole de reojo (como cuando te cruzas como ese primera
amor veinte años después, y miras donde ya no queda nada de lo que en otro
tiempo hubo), pero sus libros ya no entraban en casa... hasta Rendición su
novela de 2017.
Lo primero que me llamó la atención de Rendición es que no parece un libro de
Ray Loriga. La historia, su modo de abordarla, su planteamiento distópico,
aunque común a asuntos ya tratados por el autor, destila una atmósfera gris,
sombría, clásica y sobria impropia de sus historias pasadas. Puede ser el poso
del tiempo, o la evolución del autor hacia algo (siempre evolucionamos hacia
algo, aunque no sepamos qué o dónde está ese algo).
El autor nos sitúa en un periodo futuro (¿o
no?) incierto, con una guerra que se perpetúa y dos bandos, difusos, donde no
sabemos si hay buenos o malos (si es que alguna vez los hay) y con una huída.
La del protagonista, narrador de la historia y su esposa. Con sus dos hijos
luchando en la guerra, con destino desconocido, y con un niño, de origen
desconocido, que ahora ocupa su lugar. El destino – obligado – es Ciudad
Transparente, el lugar que les promete seguridad ante un futuro incierto.
Y, como casi siempre, el exceso de seguridad
tiene contrapartidas. Desconocidas pero previsibles: la libertad, la
discrepancia, la posibilidad de cometer errores, la opción de poder elegir no
ser feliz (sí, no ser feliz). El protagonista experimenta los sacrificios que
el mundo real no le ha obligado a realizar. Y en la pérdida aparece la
revelación de la verdad y del inevitable destino.
Es difícil (es más, no quiero) desvelar
demasiadas cosas. Rendición es la
bomba de destrucción masiva que nuestras mentes lectoras desean encontrar en
cada libro. Desgraciadamente la bomba solo estalla de vez en cuando, con la
aparición del libro que te descoloca y te agita hasta el entusiasmo, ese que te
obliga a no dejar de leer y que te deja el corazón roto cuando en la última
palabra de la última página aparece la palabra casi siempre invisible que
anuncia el fin.
Decir que Rendición
es volver a La carretera de
Cormac McCarthy o al Mundo Feliz de Adolf Huxley puede ser
tan acertado como poco preciso. Es más exacto decir que la sensación de frío,
de falta de música (si es que los libros tienen música) y del silencio ante un
futuro en forma de páramo desértico ha vuelto con Rendición. Y la seguridad de que Ray Loriga ha vuelto a mi
biblioteca con la seguridad del hijo que vuelve a casa y ocupa la habitación
que nunca ha dejado de ser suya.
Lo leeré. La reseña, sensacional. Aunque más que una reseña, es un cuento que podría titularse "Ray y yo. Un placer.
ResponderEliminarGracias por tus palabras Salvador. Se acaba el año y con él sus lecturas, algunas de ellas inolvidables, maravillosas. Y en eso algo tienes que ver. Abrazos.
EliminarTienes mucha razón, Ray creo que nos entró de golpe a muchos pero poco a poco se fue alejando de lo que nos arrebataba a leerlo con tanto ímpetu. Rendición se aproxima demasiado a ese Lóriga que te deja seco y tendido con la mirada desamparada. Ojalá sus próximas historias sean más sobre esta Ray que nos recuperó con Rendición y no con el Ray de Bebedor de lágrimas. Por cierto, que hermosa entrada.
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