Hoy os quiero regalar una breve pero intensa reseña urgente
de uno de esos libros que corre el riesgo, por su modesta difusión, de pasar
injustamente desapercibido.
El
mundo es un buñuelo es una joya literaria concebida por Santiago
Aguilar, cineasta que reinventó en España el concepto de obra (en su momento en
forma de película) costumbrista. El tándem que formó con Luis Guridi, conocido
como La Cuadrilla, creó algunas de las
obras clave que explican la historia del cine renovador patrio de finales de
los años 90. Justino, un
asesino de la tercera edad, Matías, juez de línea y Atilano presidente son obras de culto que con las que creo que aún no se ha hecho
verdadera justicia.
El mundo es un
buñuelo recupera
parte de ese imaginario para contarnos la historia de Cándido Acevedo,
personaje de fondo de armario que podemos encontrar en la intrahistoria de un
país lastrado por una larga dictadura de la que aún no nos hemos librado en
espíritu, y que impregna de gris nuestro reciente pasado, nuestro presente y
probablemente nuestro futuro. Y es esa estética, vergonzante pero
indudablemente atractiva, la que predomina es la vida contada de Cándido.
Cándido
es el Madrid de churrería y de cine de domingos por la tarde, del primer beso,
de compañías teatrales lejos del glamour y cerca del hambre, también del Madrid
más cercano a las provincias que lo pueblan, y de las tristes y modestas
pensiones con goteras y con grietas en las paredes.
Cuánto mérito tiene el discurso propio de Santiago Aguilar,
territorio ya explorado por otros grandes genios de nuestro panorama artístico
a los que dentro de un par de décadas dedicaremos la misma atención que a los
Buñuel, Saura y Berlanga que emulan, admiran y a veces hasta superan. Son la
generación de Carlos Iglesia (Un franco,
catorce pesetas), Alex de la Iglesia (La
comunidad), Nacho Vegas (Actores poco memorables) y Santiago Lorenzo (Los
millones). Artistas (da igual la disciplina) que han entendido que la mejor forma
de explicarnos a nosotros mismos es mirarnos hacia dentro y hacia épocas
pasadas que explican quiénes somos y hacia adonde vamos.
Enhorabuena Santiago (y Bandaparte por la apuesta valiente y
honesta), porque ir contracorriente es a veces la mejor forma de ir en la
dirección correcta.
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