Nuevo
libro de Eduardo Halfon, el escritor guatemalteco que parece destinado a
convertirse en uno de los imprescindibles de la literatura en español de las
últimas décadas. Sin hacer ruido pero con paso firme y dejando que sean sus
libros los que hablen, Halfon ha creado un universo metaliterario a través de
los recuerdos que su “yo” en la ficción (que puede coincidir, por qué no, con
su yo en el mundo real) tiene y rememora, y a los que recurre de forma
circular, casi obsesiva.
Como si
de un diario literario de varios capítulos (recurrentes, felizmente
interminables) se tratara, Eduardo Halfon ya nos ha regalado varios libros,
breves pero infinitos. Aquí ya hemos reseñado algunos, Saturno, El boxeador polaco y La pirueta. En todos y cada uno de ellos entran en escena el recuerdo
del pasado, la indagación en la historia de los antepasados a través (o a
partir) de la anécdota, los sucesos ocurridos (y los no ocurridos), la belleza
y el misterio de las pequeñas vivencias…
Y así,
como un capítulo más, aparece en 2017, Duelo, su último tour de force
literario.
En
Duelo todo comienza con el recuerdo de un tío fallecido, el hermano mayor de su
padre, Salomón de nombre, supuestamente ahogado a una edad temprana en el lago
Amatitlan, cercano a la casa familiar donde Eduardo pasó largos años de su
infancia.
Esta
historia, a medio camino entre el recuerdo difuso de un niño (el propio
Eduardo) y el halo de leyenda no real (nadie habla del asunto, nadie parece
conocer ya de adulto la historia), lleva a Eduardo a un doble viaje, el mental
y retrospectivo (los recuerdos, los testimonios de familiares cercanos, la
memoria mentirosa) y el físico, en el que el autor emprende un viaje al lago y
a la casa para rememorar la historia, con los supervivientes de aquella época y
con los recuerdos (también mentirosos) de algunos de los protagonistas de la
misma.
Y poco
a poco el misterio se va revelando, y la historia va despejándose, dejando a su
paso los lugares, ya comunes, de la literatura del guatemalteco. Su abuelo
materno, superviviente de un campo de concentración nazi, es el paradigma de
estos lugares, el epicentro de sus historias, y aquí vuelve a aparecer, como en
El boxeador polaco, como en la pirueta, en un eterno deja vú de historias que
creemos haber leído ya (y que ya hemos leído pero nos fascina volver a leer /
escuchar).
Os dejo
con el principio de Duelo, para que
descubráis por vosotros mismos el poder magnético, absorbente y adictivo de la
literatura de Eduardo Halfon.
“Se
llamaba Salomón. Murió cuando tenía cinco años, ahogado en el lago Amatitlán.
Así me decían de niño, en Guatemala. Que el hermano mayor de mi padre, el hijo
primogénito de mis abuelos, el que hubiese sido mi tío Salomón, había muerto
ahogado en el lago Amatitlán, en un accidente, cuando tenía mi misma edad, y
que jamás habían encontrado su cuerpo. Nosotros pasábamos todos los fines de
semana en el chalet de mis abuelos en Amatitlán, a la orilla del lago, y yo no
podía ver ese lago sin imaginarme que de pronto aparecía el cuerpo sin vida del
niño Salomón.”
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