Siempre recibo emocionado cada nuevo libro de Belén Gopegui.
Son varios los motivos, pero el más importante es que mi concepto de literatura
está representado por ella y por sus libros. Su compromiso social (más que
político) y el propósito transformador que se transmite a partir de sus libros
(transformar nuestro modo de reflexionar sobre lo que ocurre a nuestro
alrededor, lo que supone probablemente la transformación más importante
posible) hacen que sus libros sean únicos y reveladores.
Desde que mi amigo Luisfer me abrió el camino hacia ella, me
ha sido imposible separarme de su fascinante propuesta narrativa, y no hay
libro en el que Gopegui no me vuelva a sorprender. Fue mi primera reseña en elblog (con El comité de la noche) y una de las culpables de que iniciara esta empresa
que llena mis ratos libres.
Hoy os traigo Quédate conmigo este día y esta noche,
publicado por su editorial, Literatura Random House.
Con este hermoso y equívoco título (por lo que uno pueda inferir del mismo, nada que ver con lo obvio), se nos presenta una historia insólita, la de Mateo y Olga, dos desconocidos de cuyo encuentro deriva el argumento principal del libro. Él, un joven de veinte años amante de la robótica y perteneciente a una familia del extrarradio, y ella, matemática jubilada, se proponen redactar una carta a Google ofreciendo sus servicios, solicitando un empleo.
Así de sencillo, dos personas de generaciones aparentemente inconexas inician un proyecto juntos que une sus vidas y sus inquietudes. Pero la propuesta narrativa (la de la carta y la que se nos propone en el libro) es rupturista y arriesgada. Porque a nosotros (lectores) la historia de Mateo y Olga nos llega por el propio responsable de selección de personal de Google (¿acaso un robot?) que se dirige a nosotros para compartir esta insólita propuesta de empleo.
Además, el formato elegido por los protagonistas no es convencional, ya que la carta (que es el libro en sí) habla de ellos en tercera persona (como si se desdoblaran y pudieran contar como espectadores su historia) y se dirige a Google (o a la persona que hay detrás) en segunda persona, interpelándole directamente. Toda una ruptura en un relato donde se confunden narradores y protagonistas.
La solicitud es el envase, pero el contenido del mismo se desborda, porque Mateo y Olga protagonizan una relación de amistad creciente (y dependiente) donde lo que parecen dos destinos vitales opuestos (Olga cerca del final de su vida, Mateo a punto de afrontar la fase más importante de la suya) se convierte en un tour de force sobre el libre albedrío, sobre la libertad de elección, de ser y de estar y sobre aquellas cosas que nuestra voluntad no puede cambiar.
¿Qué representa esta insólita solicitud al gigante de la información? Bajo mi punto de vista supone un ataque frontal a la maquinaria dictatorial y preestablecida de la información global. Una carta manuscrita, escrita de forma comunal y que cuestiona de cabo a rabo los mecanismos automatizados asumidos como inapelables es el mayor acto de revolución concebible. Tanto, que no hay respuesta posible, ya que rompe las reglas y hace replantear (a nosotros, no al Google del libro) si estamos jugando en el tablero correcto.
Creo sin temor a equivocarme que Belén Gopegui ha creado un nuevo género literario. Es ficción a la que el combate moral en forma de ensayo desborda todos los bordes posibles. El contenido abrasa al continente. La autora radiografía como nadie es capaz las fisuras de nuestra sociedad enferma y lacerante. Lo mágico de los libros de Gopegui es que tras una atmósfera distópica y a veces intrigante, nos está dando un puñetazo en el bajo vientre de nuestras convicciones más firmes.
Belén Gopegui sigue transformando el mundo desde sus libros, algo que para muchos puede ser muy poco (“el mundo se transforma en la calle”) pero que para otros nos supone la definición misma de la revolución.
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