Segundo libro de Sergio del Molino en dos semanas, y es que cuando aparece un autor que llena espacios antes vacío como él con sus libros hay que detenerlo todo y explorar en su obra.
Lo cierto es que ya le conocíamos con La España vacía, pero con La hora violeta Del Molino nos dejó tan abrumados que hemos seguido. En esta ocasión hemos leído Lo que a nadie le importa, su obra inmediatamente posterior.
En Lo que a nadie le importa el autor indaga en el pasado reciente de su familia para hacer desde él un repaso introspectivo de su propia vida. A partir de una frase que en la fase final de su vida su abuelo le dice a su abuela ("De ti no quiero ni que me cierres los ojos") Del Molino construye un apasionante relato sobre abuelo, su participación en la guerra civil, las contradicciones sobre la ideología propia y la de tus antepasados, las miserias de la guerra más allá del relato oficial y heroico.
Pero el relato torna hacia la autoficción cuando el narrador irrumpe en la historia, se involucra y además no tiene ningún miedo a la contaminación de la misma por su evidente subjetividad. Esta cualidad de Del Molino es su principal virtud: convertir una historia de interés conocida por todos en un relato personal y único. Es la principal aportación de este periodista/escritor zaragozano, la de conquistar al lector con crónicas hechas libro sobre la percepción y el impacto que un hecho relevante ha tenido en su vida.
Lejos de los relatos ortodoxos de nuestra historia, estamos muy necesitados de estas versiones oxigenantes y creativas sobre lo que ha sucedido a nuestro alrededor en los últimos ochenta años. El propio autor es pieza del relato, y sus vivencias de infancia y juventud son parte del paisaje de una España que ha cambiado demasiadas veces en demasiado poco tiempo como para que creamos que la conocemos.
Las conexiones con La hora violeta son palpables y evidentes. Si en La hora violeta el autor profundizaba en los mecanismo de supervivencia frente al dolor y la pérdida, aquí hace lo propio con la memoria y el olvido, y sobre las deudas pendientes que cada uno de nosotros tenemos con nuestra propia historia personal, la de nuestra familia, y las enormes posibilidades que se nos abren si nos asomamos a ella e investigamos. Cuántas sorpresas nos esperarían.
Las vivencias (propias y ajenas) de Del Molino nos permiten respirar el ambiente de barrio de Zaragoza y de Madrid (escenarios principales de la trama), los dramas de las batallas más cruentas de la guerra y los despertares postbélicos de un país siempre harto de batallas. La profundización de la vida de su abuelo, José Molina, rezuma la derrota de los vencedores (de la que tan poco se escribe) y tiene banda sonora de Seguirilla y de las canciones populares de Celia Gámez.
Las vivencias (propias y ajenas) de Del Molino nos permiten respirar el ambiente de barrio de Zaragoza y de Madrid (escenarios principales de la trama), los dramas de las batallas más cruentas de la guerra y los despertares postbélicos de un país siempre harto de batallas. La profundización de la vida de su abuelo, José Molina, rezuma la derrota de los vencedores (de la que tan poco se escribe) y tiene banda sonora de Seguirilla y de las canciones populares de Celia Gámez.
Leed a Sergio del Molino, una de nuestras realidades literarias más rotundas. Os recomiendo cualquiera de las tres lecturas que hemos traído al blog (aún no hemos reseñado La España vacía, pero hemos hablado tantas veces de ella que es como si lo hubiéramos hecho), o su última novela, La mirada de los peces, de la que hemos oído hablar maravillas, y nada nos sorprende teniendo en cuenta el talento y las posibilidades del autor.
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