Si nos seguís con cierta
asiduidad ya sabéis que nos apasionan los relatos. Partiendo de los que han
hecho historia con ellos (Cortázar, Borges, Asimov, Bradbury, Somerset Maugham:
palabras mayores) siempre estamos dispuestos a explorar a nuevos autores,
nacionales o internacionales, con los que comprobar que el género está más vivo
que nunca y que este sirve de rampa de lanzamiento de muchas carreras
literarias a tener en cuenta. Leyendo relatos hemos descubierto a autores como
Jon Bilbao, Mariana Enríquez o el propio Óscar Esquivias. Cómo no estar al día
y pulsar el género con cierta frecuencia.
Pero a veces, entre las
novedades más luminosas, nos encontramos con clásicos que nos han pasado
desapercibidos. Estos hallazgos, imperdonables a todas luces, nos ayudan a
valorar la exploración de la literatura más alejada de la novedad. Hay tanto de
los escrito por descubrir que merece la pena volver hacia atrás y descubrir (a
veces redescubrir) a los grandes clásicos.
Este es el caso de La lotería, el espectacular relato de
Shirley Jackson incluido en la antología Cuentos escogidos que publicó hace dos
años la editorial Minúscula, y en el que voy a centrar la entrada de hoy. Nunca
un solo relato justificó la lectura de un libro lleno de ellos.
Desvelaré poco sobre el
relato, prefiero que os deslumbré sin que yo desvele nada. Simplemente deciros
que la maestría de La lotería
consiste en despertar nuestros miedos más profundos, nuestra capacidad de
perturbarnos sin apenas ser conscientes. Se trata, como habréis comprobado más
de una vez, de mostrarnos el terror en convivencia con lo cotidiano, con la
aparente normalidad de nuestras vidas.
Un pueblo, aparentemente
tranquilo, preparado para llevar a cabo una costumbre ancestral, nada que haga
sospechar qué puede pasar. Ese es el argumento de nuestras peores pesadillas,
el miedo del que no podemos escondernos, a plena luz del día, al que le pongo
imágenes con películas como ¿Quién puede
matar a un niño? o Los pájaros, de
Alfred Hitchcock.
Una estupenda lectura para
este magnífico otoño que tenemos por delante.
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