Hace
unas semanas conocí a Manuel Dorado, autor de El efecto Midas. Como si de un capricho del destino se tratara – o
los mucho menos misteriosos hilos invisibles de las redes sociales, que nos
geolocalizan y provocan estos encuentros – contactamos por mail, me ofreció
leer su libro, me lo envió amablemente y acordamos conocernos – café mediante –
en la ciudad que nos vio nacer.
El encuentro fue entrañable, y me encontré a un tipo honrado (qué poco tiempo
se necesita para darse cuenta de lo que uno tiene enfrente), que ha logrado
encontrar un hueco en su carrera profesional como ingeniero areonaútico para entregarse
a su gran pasión: escribir.
Y en
nuestra charla descubrí a un escritor preocupado por formarse y que entiende el
talento como un músculo que es necesario ejercitar. Con Manuel compartí mis
primeros pasos como crítico aficionado de este humilde blog, y él compartió
conmigo el enorme entusiasmo que le ha ayudado a superar todo tipo de obstáculos
para terminar publicando una obra notable. Pero no me quiero adelantar, que el
libro va a ocupar una buena parte de esta entrada.
Solo
un epílogo a este breve prólogo. Si queréis saber cómo es alguien de verdad,
observad cómo le habla a sus hijos. Y después del café con Manuel y con sus
hijos revoloteando por los alrededores, me convencí de que un escritor pone en
su libro (del que llevaba en el momento del encuentro apenas doscientas páginas
leídas) lo que es como persona y como ciudadano del mundo. A sus pies, señor
Dorado. Y ahora, vamos a lo que nos trae, El
efecto Midas, un libro de Manuel Dorado.
¿Qué nos cuenta
El efecto Midas?
La
historia de Miguel Le Fablec es la historia de un profesor universitario que
posee el poder de convertir en realidad todo lo que desea. Un Midas
contemporáneo que descubre su poder porque hay gente muy interesada en
utilizarle. Su don es un arma cuyos límites solo los pone la imaginación del
que planea usarle.
Muy
pronto la Nasa y la CIA jugarán un papel trascendental en la vida de Miguel. En
la lucha por controlar el poder de Miguel los límites entre el bien y el mal se
difuminarán y formarán parte de los dilemas morales de todos los actores de
esta trama.
Una ópera en tres actos.
Como
si de una tragedia de Wagner se tratara, El efecto Midas está dividida en 3 actos,
planteamiento, nudo y desenlace. Presentación, confrontación y resolución.
Precisión milimétrica, escenografía casi teatral, porque aunque la trama se
desarrolla en varios lugares del mundo el lector controla la acción y la trama
como si estuviera sentado en la butaca de un teatro. Mérito e intención
perfectamente medida del narrador, por supuesto.
Principios que no se olvidan.
“A nadie le duele el centro de la cabeza…” Así comienza El efecto Midas, con una frase que resuena a lo largo de toda la historia, como solo resuenan las grandes frases en las grandes historias. ¿Recordáis el principio de Ana Karenina? ¿O el de algunas de las grandes obras de García Márquez? ¿El de Corazón tan blanco? A veces una frase explica por sí sola que las intenciones del escritor son verdaderamente grandes, que solo con unas palabras parece querer decirnos: “Esto que he escrito merece vuestra atención”.
Personajes.
El
efecto Midas es una historia de personajes. En la línea teatral que anunciaba
antes, nos encontramos con dos personajes rotundos, perfectamente trazados.
Miguel y Monica (sin acento) son el tipo de pareja que hacen literatura y sobre
las que descansan algunas de las grandes historias jamás escritas.
¿Quién es quién? Buenos, malos....
¿Quién es quién? Buenos, malos....
Aunque
no lo parezca, casi todo está desvelado desde el principio en El efecto Midas,
no porque el autor nos desvele el final, sino porque los personajes son lo que
transmiten y acaban haciendo lo que se espera de ellos. Lo mágico de la
historia es que precisamente lo no esperado por el lector coincide con lo no
esperado por los personajes del libro. El giro final nos deja descolocados a
todos.
¿Literatura de género?
¿Literatura de género?
Podríamos
considerar a El efecto Midas un libro
perteneciente al género de Ciencia Ficción, donde Manuel Dorado ha creado un
universo absolutamente verosímil sobre el poder de cambiar el curso de los
acontecimientos. Los inflexores cuánticos (así denominados los que poseen este
poder) pasarán a la historia de las novelas que desarrollan conceptos no reales
(pero creíbles por hacer uso de cierta base científica) inmersos en entornos
reales. Pero nos confundiríamos si redujéramos el análisis a este género, porque
El efecto Midas me recuerda mucho más
a mis adoradas películas de James Bond, o al Hitchcock más perfecto (en mi
particular concepción de la perfección cinematográfica) de Con la muerte en los talones o El
hombre que sabía demasiado.
A
mi, en definitiva, El efecto Midas me
encaja mejor en el género de aventura, y leyendo (y también después de haberla
leído) veo cine dentro de ella, o mejor dicho, veo precisión cinematográfica,
fruto de un plan (guión) perfectamente trazado. Y dentro de la aventura caben,
por supuesto, muchas otras cosas: la reflexión moral sobre el uso del poder, el
poder de las religiones y sus peores interpretaciones, o la enorme fuerza que
tiene la búsqueda de nuestros sueños.
¿Hablamos de la autoedición?
¿Sabemos
de lo que hablamos cuando hablamos de autoedición? Estoy convencido de que no,
o al menos confieso que yo no sabía de lo que hablaba cuando lo hacía. Hay de
todo, por supuesto, aunque el concepto extendido de que la autoedición es la
forma que tiene alguien de publicarse un libro sin que la calidad sea un
requisito es completamente erróneo. En El
efecto Midas la autoedición se entiende como proceso necesario para que el
público pueda acceder a un producto que, sin haber encontrado sitio en los circuitos
editoriales convencionales (situación azarosa y que no define al producto en si
misma), es capaz de ofrecer la misma calidad que estos. Una vez, leído y
digerido el libro, uno llega a la conclusión de que si no existe una editorial
comercial que se atreva a publicarlo, habría que inventarla.
Mucho más que literatura...
En
la mente de Manuel Dorado el libro es un instrumento que debe enriquecerse y
alimentarse de otras fuentes de inspiración, o que sea este el que inspire talentos
de otra naturaleza. Por eso la presentación de un libro puede convertirse en un
teatro, o de la historia del mismo puede nacer una canción. Aquí os dejo cuatro
ejemplos que demuestran que un libro puede vivir más allá de sus páginas
impresas.
Presentación de El efecto Midas
El efecto Midas, canción de Javier Márquez
Inflexor cuántico, sinfonía de Juli Pavón basada en El efecto Midas
Presentación de El efecto Midas en Pub Luna (Puertollano)
…pero sobre todo, literatura
Y
dicho esto, El efecto Midas es
sobre todo un gran libro que merece ser leído y que merece una largo recorrido,
ese que comunica las librerías con nuestras casas.
Manuel Dorado, un hombre orquesta. El respeto por la autoedición por encima de todo. De alguien que ha escrito una historia, ha diseñado su propia portada, ha buscado una edición de máxima calidad, se ha rodeado de correctores, de testeadores de la novela, ha diseñado su propia distribución, ha investigado las mejores formas de llegar al lector sin el apoyo de los medios, ha organizado una presentación solo concebible desde el cariño por su oficio, y ha entendido que la mejor forma de sobrevivir a la jungla de Amazon es mirarle de frente y estudiarle para sacar el máximo provecho.
Mucha
suerte Manuel. Te la deseo aunque no la necesites, porque definitivamente, has
encontrado el camino.
Me lo apunto. Aunque muchos aún lo dudan, las editoriales "de verdad" rechazan textos interesantes al tiempo que publican otros ramplones. Es una realidad. Y si no estás entre los elegidos, o luchas o mueres (literariamente).
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