De
la feria del libro me traje Los últimos,
del periodista Paco Cerdá. En una de esas carambolas literarias con las que la
vida nos sorprende, este libro acabó en mis manos. La cosa es que iba yo
dándole vueltas a Quién te cerrará los ojos, magnífica crónica de la España rural
que se muere (aquí nuestra reseña), editado por Libros del KO, cuya caseta
estaba cerca de la de Pepitas de Calabaza, editora de Los últimos. Y conversando con el editor de Pepitas, una cosa llevó
a la otra y acabé con esta estupenda
recomendación que inauguró mi verano lector.
Los últimos es, efectivamente una muestra
más del testimonio inquieto de aquellos que han querido dejar constancia de un
trozo de España donde la vida se extingue y sus gentes parecen formar parte de
un museo de la memoria con fecha de caducidad.
Si
en La España vacía el acercamiento a
este apasionante tema era riguroso, casi científico, y en Quién te cerrará el tema se abordaba desde la introspección personal
de la autora, Los últimos nos remite
a las grandes crónicas periodístico-literarias de cronistas como Sender o
Chaves Nogales. Aquí el rigor no rivaliza con la exploración personal del asunto
a tratar, y la pasión asociada involucra y seduce al lector, haciendo propia la
experiencia.
En
Los últimos Paco Cerdá pone el foco
en el territorio peninsular conocido como Serranía
Celtibérica, que no es sino la suma de una buena parte de nada más y nada
menos que una buena parte de casi una decena de provincias españolas donde se
concentra una de las densidades poblacionales más bajas de Europa. Es la
llamada Laponia Española.
Provincia
a provincia, Cerdá recorre este vasto y desolado territorio que no entiende de
progreso y grandes urbes. Así, paso a paso, con la calma de buen contador de
historias, el autor nos muestra los pueblos “lapones” del Alto Tajo de Guadalajara, o el estigma de Teruel, una provincia cuyos habitantes caben en el Camp Nou. Desde
Teruel (la capital de provincia menos habitada España con apenas 35.000
habitantes) se divisa el desolador panorama de un territorio que se muere. El
término demotanasia surte y define a
la perfección la desaparición lenta de unos lugares otrora poblados y llenos de
vida. Teruel es el paradigma y se erige como la capital no oficial de la
Laponia Española.
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Teruel, capital no oficial de la Serranía Celtibérica |
El
viaje prosigue hacia la aldea riojana de
El Collado, emplazamiento quijotesco donde dos matrimonios luchan por
mantener vivo un lugar a donde no llega la electricidad. Descubrimos la
realidad rural de la provincia de Burgos
a través del monje Moisés, habitante del monasterio de Santo Domingo de Silos
desde los 14 años, hace ya cuarenta años.
Y
el viaje avanza hacia territorios históricamente no asociados con la despoblación
en España, ¿O quién presumiría de conocer los secretos no descubiertos de la
realidad rural de la provincia de
Valencia, en el interior de la Serranía oculta bajo la costa y el
ladrillo que todo lo tapa, aquella que vive de espaldas al Mediterráneo.
Regresamos al estigma con el misterio de la
cuenca rural a través del equipo de fútbol de Campillo de Altobuey, un
histórico del fútbol modesto castellanomanchego que agoniza a la vez que el
pueblo que le da nombre. O el drama de la escuela rural a través de un pequeño pueblo zaragozano y de un joven profesor que se enfrenta a
él sin anestesia ni preparación previa.
Para casi finalizar, viajamos al pueblo
soriano de Sarnago, germen de la biblia de la literatura de la muerte de lo
rural, La lluvia amarilla.
O los pueblos del nordeste de Segovia, que vienen a confirmar que estar a una hora larga de distancia de Madrid no garantiza la cercanía a las comodidades de la gran urbe.
O los pueblos del nordeste de Segovia, que vienen a confirmar que estar a una hora larga de distancia de Madrid no garantiza la cercanía a las comodidades de la gran urbe.
Terminamos de nuevo con la sorpresa de la realidad rural desconocida con la aldea castellonense de Les Alberedes ,
una suerte de Macondo español en el lado desconocido de esta provincia
mediterránea, donde Ken Loach encontró el escenario perfecto para Tierra y Libertad.
No
se me ocurre mejor colofón a este genial tríptico formado por tres libros
maravillosos que, casualidad o no, han irrumpido en la realidad literaria
española para poner letras e historias a una realidad oculta bajo las luces de
la gran ciudad. No os las perdáis.
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