Últimamente
he estado leyendo muchas referencias sobre los premios Pullitzer de los últimos
años y me llamó mucho la atención las buenas críticas hacia El tiempo es un
canalla. Tras confirmar que estaba disponible en la biblioteca, lo cual también
es una buena señal, corrí rauda a por ella. Si este verano he estado
impresionada por Gilead y por Americanah, El tiempo es un canalla es la que
cierra la trilogía de un verano de
impresionantemente buenas elecciones de lectura. Sin exagerar, aunque soy
consciente de que suena exagerado.
En plena crisis de madurez, Bennie
Salazar, que en los setenta formó parte de una banda punk y ahora es un alto
ejecutivo de la decadente industria discográfica, se echa copos de oro en el
café para recuperar el apetito sexual. Sasha, su asistente, después de haber
viajado mucho y no siempre en circunstancias felices, se trata de su cleptomanía
con un psicoanalista que viste jerséis estrambóticos. En torno a ellos se
despliega una variopinta red de personajes, desde una relaciones públicas que
intenta lavarle la cara a un general genocida hasta un periodista que ha estado
en prisión por abusar de una estrella de cine adolescente.
Egan ha logrado contar historias reales pero cargadas de originalidad y entrelazarlas de una manera experimental y exitosa. El tiempo es un canalla puede leerse de manera convencional como una novela o como una colección de cuentos con personajes
en común. Cada uno de los capítulos se centra en uno de estos personajes, a veces hay uno que protagoniza varios pero en diferentes épocas y lugares. Todos los capítulos son autoconclusivos pero se completan entre sí. Incluso hay uno mucho más experimental en forma de power point pero aun así el conjunto no se resiente. Funciona muy bien. Realmente adictiva.
Construida
a través de personajes enlazados Egan ha confesado que Los soprano fue su modelo principal. La idea era "escribir una
novela que tuviera la misma sensación lateral de una serie televisiva, la misma
clase de movimiento en todas las direcciones, no siempre hacia adelante. El
tiempo es un canalla recorre cincuenta años desde los convulsos años
setenta hasta la distópica década de 2020 en la vida de varios personajes
asociados a la industria musical.
Y
es que la música es una más de las
protagonistas de esta novela, que nos recuerda varios éxitos de rock como
Dead Kennedys o Blondie y además nos muestra a algunos de los personajes
inmersos en la industria musical. Aunque no se trate de esto, es un buen
pegamento para la novela, da cohesión a la estructura de ésta.
Una
de las cosas más curiosas del libro es que sea tan sublime a pesar de que no
logres empatizar con casi ningún personaje. Son personas llenas de defectos,
vicios y raramente alcanzan la felicidad. Si la alcanzan es de forma relativa y
frágil. A pesar de ello no puedes dejar de lado el libro y vas entrelazando un
capítulo con otro, con el ritmo frenético del rock.
Con su cuarta novela, la escritora norteamericana Jennifer Egan ha ganado premios tan prestigiosos como el Pulitzer y el National Book Critics Circle Award, superando a autores conocidos como Jonathan Franzen y David Grossman. Yo por mi parte ya tengo apuntados otros dos libros de la autora: La ciudad esmeralda y La torre del homenaje, también editados en España por Minúscula. Es un placer descubrir a nuevos escritores que consigan que la lectura se convierta en una nueva experiencia. Egan es una autora increíble que no puedo dejar de recomendar.
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