Parece
que todo amante de los libros se vería atraído por una historia a lo Indiana
Jones pero con tesoros bibliográficos. Supongo que no soy la única. Mi primera
atracción hacia este libro vino por ahí, una historia para rescatar libros
olvidados de valor incalculable. Pero este libro es mucho más. Ha sido una
celebración de la historia, pero también ha sido un inigualable encuentro con
nuestra actualidad, una explicación, un hallazgo.
La historia comienza en Tombuctú
en la década de los ochenta, cuando el librero, historiador y bibliotecario
Abdel Kader Haidara recibe el encargo de buscar y rescatar decenas de miles de
manuscritos antiguos que han caído en el olvido. La maravillosa tarea
emprendida por nuestro joven protagonista se ve seriamente amenazada cuando, en
2012, miles de militantes de Al Qaeda toman el control de la mayor parte de
Mali. Tras la ocupación se impone la sharia, una cruel tradición que impone la mutilación
a los ladrones, la lapidación de las parejas de hecho y la destrucción de
cualquier texto que no cumpla con la ortodoxia islámica.
Los
primeros capítulos nos hablan de la historia de Tombuctú. Un sitio que parece
casi soñado, que todos conocemos pero no sabemos mucho de él. Es la parte más
enciclopédica, que nos lleva a través de los siglos a conocer una ciudad
asombrosa, culturalmente impresionante, cuna de eruditos, de escribanos, de
sabiduría musulmana. Algo que podemos constatar cuando leemos de culturas
ajenas a la nuestra es lo poco que sabemos de los demás, lo poco que nos
enseñan en la escuela sobre la historia de otros continentes, de otras
religiones, de otras razas, hasta llegar a pensar que son más pobres que la
nuestra. Me ha ocurrido como a uno de los personajes de este libro, que harto
de escuchar que la raza negra era inferior debido a su falta de historia (como
palabra escrita), encuentra en los libros de Tombuctú la sorpresa (y en su caso
la razón de su vida) de poder refutar esos racistas complejos escritos por los
más importantes autores europeos.
Conocemos
entonces a Abdel Haidara, que después de heredar una impresionante colección de
manuscritos por parte de su padre comienza a trabajar en una fundación de Mali
para la recuperación de manos de otros de la cultura del país. Así, comienza a
viajar de aldea en aldea y dedica su vida a la recuperación de los manuscritos y
a la creación de bibliotecas que alberguen su cultura. Compartimos con él sus
descubrimientos y como amante de los libros, esta parte resulta imprescindible.
Y
cuando creíamos que el libro era esto (y ya nos encantaba) llegamos a la parte
real, a la radicalización de algunos sujetos magrebíes, a su conversión hasta
contactar con Al Qaeda y a lo más importante, a cómo afectan estos hechos a la
población de Mali, a sus habitantes y a su cultura. Desde Occidente sólo
pensamos en las muertes aquí y allí, en los actos terroristas, en las masacres.
Y sobre todo si son en nuestras ciudades europeas más importantes. Somos así de
egoístas. Este libro me ha hecho ver la letra pequeña. Cuando comenzaron a
conquistar poblaciones ya musulmanas, pero con un islamismo más habitual pero
que no queremos ver. Una cultura rica y pacífica, que no pretende convertir a
nadie. Y entonces llegan los extremistas, y te obligan a vestir de otra manera,
a dejar de escuchar música, a no disfrutar de la comida, de la bebida… y todo
eso en nombre de tu propio dios. Y ojo, que nos puede pasar a todos, que no
estamos exentos de extremismos en nuestro propio pueblo y da terror y pánico pensar
en ello.
El
autor, un periodista especializado en el conflicto en el Magreb nos lleva a la
actualidad, a los ataques a Francia a través de esta historia. Los manuscritos
son el cliffhanger para mostrarnos la cara B de la conversión de los
Yihadistas. Por sí misma, la historia de los manuscritos es muy buena pero con
esta parte, este libro se ha convertido en una revelación para mí. Os lo
aconsejo si os apetece abrir un poco más la mente, conocer algo más otra cultura
y disfrutar de un rato a la vez enriquecedor y a la vez muy entretenido.
Maravilloso.
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