La quietud ha sido toda una sorpresa la llegada a mi mesa de lecturas. Ni formaba parte de mis proyectos de lectura a corto plazo ni a priori me resultaba lo suficientemente atractivo como para priorizarlo sobre otros pendientes. Una referencia de un lector del que me fío puso el punto de mira sobre él, y puedo decir que ha sido todo un acierto.
La quietud cuenta el periplo que Julia y Héctor, una pareja española, viven en el proceso de adopción de un niño ruso. Se trata de un viejo proyecto común retomado por el ruego que Julia hace a Héctor, ya que la pareja rompió meses atrás. Esto supone para Héctor un dilema emocional, ya que él ha iniciado una relación sentimental con una joven, causa de hecho de su ruptura con Julia.
No os engañéis, lo que a priori puede parecer una historia de ficción con tintes melodramáticos, es un tour de force sobre la condición humana y la toma de decisiones. Héctor es el centro indiscutible de la historia, y cada uno de los bloques del libro, adoptando en el título el nombre de cada una de las mujeres que intervienen en su vida, nos transporta a sus dudas y sus determinaciones.
La quietud es además un magnífico relato a través de las dificultades reales en un proceso de adopción. El viaje que Héctor y Julia hacen a Rusia es una lección magistral sobre la consecución de un deseo que a veces se parece más a una pesadilla.
No es casualidad que Tusquets haya depositado su confianza en Ignacio Ferrando. El autor domina el tempo del relato, sabe acercarnos con inteligencia a la historia sin tropezar en la trampa de lo políticamente correcto y de las novelas para un público fácil y complaciente. La quietud no es eso. Estamos hablando de literatura para muchos años.
Me atrevo a recomendaros La quietud para el próximo día de la madre, utilizando la vieja excusa de hijo que consigue matar dos pájaros de un tiro: un excelente libro para su madre y la oportunidad para el hijo de leerlo. Cuántas tramas destapadas surgirían si los regalos hablaran.
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